Una dama escribe una carta (hacia 1670) Johannes Vermeer |
Querida Ana, ayer cuando
acabé de hablar contigo me quedé muy preocupada, te noté triste, agobiada,
deprimida, me pareció que tu voz temblaba mientras me contabas “tus cosas” como
si te esforzaras por no llorar, sabes lo mucho que te quiero, ¡hace tantos años
que somos amigas!, por eso y después de pensarlo te escribo para decirte que tu
caso no es único, ¡qué va…!
Verás, conozco muy, muy
íntimamente a una mujer en su juventud, romántica, idealista, imaginativa, con
muchas ilusiones, que se casó muy joven, abandonando su carrera, enamorada,
tuvo hijos, a los que se entregó por completo desde que nacieron, y redujo su
vida a un solo valor: su familia. Olvidándose de ella, durante años.
Pasó el tiempo, épocas
felices, buenas, alguna mala, lo normal, poco a poco las ilusiones fueron
desapareciendo, no se sentía desgraciada, no tenía motivos, ni aburrida,
siempre tenía algo por hacer, pero si
tristona. Los chicos empezaron a volar
por sí solos, el marido, mucho trabajo, muchos viajes, ella en casa, gris, cada
vez más gris.
Una noche nerviosa y
cansada, no podía dormirse, de repente pensó; ¿qué puedo esperar de mi misma?,
¿hasta qué punto me satisface mi vida?, ¿Qué vejez me espera si sigo así,
anciana prematura, amargada, gruñona, o con una depresión de desfavorables
consecuencias para todos? Pues, se lo pensó, pidió a Dios que la iluminara, y
decidió cambiar, tenía que resucitar sus
viejos valores, creatividad, imaginación y ¿por qué no? Volver a estudiar, aprender, reuniones,
tertulias enriquecedoras… y con cierto trabajo al principio, poco a poco, lo
consiguió, siguió muy unida a la familia, la casa, limpia y ordenada,
complaciente con los suyos, pero sin anteponerlos SIEMPRE, a sus gustos y
deseos.
Jesucristo nos dijo” Ama a
tu prójimo como a ti mismo”, pues claro que podemos querernos, sin exageración,
pero querernos, y el resultado fue estupendo.
Ya ves, Ana, que es un caso
muy parecido al tuyo así que sigue el ejemplo, organiza tu tiempo, que te
queden siempre minutos, horas, días, según puedas, para ti, para hacer lo que
te guste, leer, pasear, ver exposiciones −las hay preciosas−, ir al teatro con
las amigas, aprender a hacer flores de papel, cerámicas, patchwork, ¿se escribe
así?, lo que sea, siempre que te enriquezca, te alegre, te dé ganas de
disfrutar de esta vida que, a pesar de todo, es maravillosa.
Venga Ana, ánimo, cuenta conmigo para todo, te quiero, besos
grandes,
Isabel.
© Mª Isabel Martínez
Cemillán
No hay comentarios:
Publicar un comentario