No toda flor nos anima
con sus mensajes de olor,
ni su cáliz nos transmite
ilusión con su color.
Un bodegón de Arellano,
de grácil composición,
enriquece en cualquier casa
su más humilde rincón.
Pero la intensidad de la vida
mal la refleja una tela
que sostiene un bastidor.
Un jardín junto a un rivero y,
encendido de pasión,
un cameliero en enero
dan matices a la vida
que yo valoro mejor.
Alguno de esos recuerdos
atesoro en la mochila
que me acompañe en la huída.
Creo un deber olvidar
cuanto amargó mi existencia
y de ese modo borrar
las tensiones y el dolor
que ya no tienen vigencia.
Es positivo pensar
que un tiempo nuevo se abre
cuando, con resignación,
confesamos el error
que nos tornó vulnerables.
Nueva visión de la vida
para una paz deseable,
envuelta en el esplendor
de una presencia mayor.
Quiero emprender el futuro
alejado del rencor.
Quiero que frescos aromas
me confieran este don.
Quiero nadar en la aurora
con su luz alrededor
y sentir como un perfume
ilumina mi interior.
© Ramón L. Fernández y Suárez
No hay comentarios:
Publicar un comentario