La calle es mía, al menos
durante unas horas. Es allí donde se cumplen todos mis sueños. Más rápido de lo
que tardo en decirlo llego de la escuela, hago mis deberes, tomo una onza de
chocolate con un currusco de pan y me reúno con mis amigos para correr detrás
de un balón, saltar a la comba, jugar al tejo. En nuestro callejón nunca he
visto un coche.
La algarabía de tantos
niños hace que una de las madres surja de una ventana para hacernos callar. Pregunta
dónde se ha ido fulanito. Todas las madres cuidan de la chiquillería desde
detrás de los visillos, más tarde la que se asoma al alféizar es la mía, me
grita que suba a casa, la cena está preparada.
Sudando y con algún roto
en la ropa, nos vamos despidiendo hasta el día siguiente.
Me crujen los huesos,
debe de ser el ejercicio. Me levanto del banco con la ayuda del bastón. Es hora
de regresar a casa.
© Marieta Alonso Más
Como siempre, relatos que llegan al corazón.
ResponderEliminarMil besos!!
Me estoy haciendo mayor. Me emociona saber que llego al corazón con mis pequeños relatos. Muchos besos.
EliminarLa primera parte me recordó mi infancia,el final te pilla desprevenido 👏👏
ResponderEliminarLos recuerdos siempre están presente a cualquier edad. Un abrazo
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