Los anillos olímpicos son el principal símbolo de los Juegos Olímpicos modernos, uno de los emblemas más reconocidos en el mundo y un símbolo de la paz. |
Hace apenas unos días,
desde la ciudad de Olimpia, emprendió la Antorcha Olímpica su largo recorrido,
miles de kilómetros, hasta Rio de Janeiro, donde encenderá la llama de la XXXI
Olimpiada, del 5 al 21 de agosto de 2016, la primera que se celebrará en
América del Sur, con la participación de diez mil quinientos atletas de,
prácticamente, todo el universo, e inauguración y clausura en el Estadio de
Maracaná, uno de los más grandes del
mundo.
Los Juegos Olímpicos que se
celebran cada cuatro años, se iniciaron en 1896, gracias al interés y desvelo
de Pierre Fredy, barón de Coubertin, que
nace en Paris en 1873, pedagogo y gran aficionado al deporte aunque,
curiosamente, nunca practicó ninguno, cuando con ocasión de un viaje por Grecia
conoce la historia de los antiguos juegos celebrados en Olimpia en honor de
Zeus y que continuaron durante un milenio cada cuatro años estableciendo una
tregua, “La paz sagrada” en cualquier conflicto bélico y otorgando al vencedor honores,
oro y corona de laurel como premio, le
seduce la idea de volver a celebrarlos, pensando que aportaría gran beneficio
en los jóvenes, “mens sana in corpore sano”, y conocimiento e intercambio entre
diversos países.
Aprovechando el Congreso
del Deporte que se celebraba en Paris en 1894 con la participación de veinticinco
países expone su idea: “resucitar los antiguos Juegos con un aspecto moderno
pero ajustado a la clásica antigüedad y con un mensaje, lo importante es
participar”, con tal vehemencia y
convencimiento que consigue el aplauso del Congreso y, de inmediato, no fueran
a arrepentirse, funda el Comité Olímpico Internacional (COI) y, casi a la
carrera, la organización de los primeros Juegos en Atenas en 1896, con la
participación de 285 atletas en 13 disciplinas deportivas.
Previamente y mediante
suscripción popular y la generosa aportación de un “mecenas” griego, en el
mismo lugar donde Licurgo lo edificara en el año 350 a. C., se levanta un
suntuoso estadio de mármol y diversos recintos olímpicos y con toda solemnidad, presididos por el rey de Grecia,
el domingo de Resurrección de 1896 se inauguran los Juegos Olímpicos de la Modernidad que, salvo
en 1916 y 1940-44, a causa de las guerras mundiales se han venido celebrando.
El éxito fue total,
Coubertin decidió que se celebraran en diversas ciudades que los solicitaran,
ajustándose a diversos requisitos, comenzando así las “Ruedas de países
olímpicos” y como agradecimiento a sus desvelos, los siguientes Juegos en 1900
fueron en Paris, estableciendo el propio Coubertin todo el colorista ceremonial de inauguración,
encabezado siempre por Grecia, por riguroso orden alfabético y con el país
anfitrión como final. Una vez finalizados, el presidente del COI, invita a
todos los países a participar en los próximos, se arría la bandera Olímpica y
se entrega al alcalde de la ciudad para que la custodie… hasta dentro de 4
años.
Barón Pierre de Coubertin |
El inteligente y eficaz
barón de Coubertin fue director honorario del COI hasta su muerte acaecida en
Ginebra en 1937 participando con el mismo entusiasmo en todas las Olimpiadas,
pero, desgraciadamente, fue desapareciendo el sentido con el que las había
proyectado, total honestidad, ética y fraternidad a través el deporte. A partir
de los años 60 entró en juego la política que, como es habitual, manchó sus
ideales, porque para algunos, ¿todos?
Los países lo importante no es participar sino ganar a toda costa aunque ello
suponga alterar la coexistencia pacífica. Afortunadamente Coubertin no lo
conoció y murió satisfecho.
Pues he reeditado en mi
ordenador nuestros Juegos Olímpicos de Barcelona en 1992 y me emociona ver en
el desfile inaugural al rey Felipe, entonces príncipe, enarbolando la bandera
de España, y, cuando pasa delante de su familia, el aplauso entusiasmado y
orgulloso de su madre la reina Sofía.
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