Cosiendo la vela Joaquín Sorolla |
Si doy la última puntada antes de que la
luz me dé en el rostro, a la tarde lo veré en la playa. Anoche no vino. Martina
me dijo que todas las barcas habían regresado antes de que cayera el sol; lo
estuve esperando desde entonces y no apareció. La Paca lo vio en el puerto,
vestido de domingo, aunque era martes, y con el pelo lustroso de gomina. ¿Desde
cuándo se pone gomina? Como el actor, ése que vimos en el teatro, era guapo.
Tengo que darme prisa, el sol ya me da en
el cuello. Como me pinche con la aguja me sangrará el dedo y mancharé la vela,
la mejor excusa para que Teodoro me regañe. No me quita los ojos de encima, su
aliento huele a ajo y tiene las manos callosas; en cambio Tonio las tiene
suaves, no parece pescador.
¡Qué feliz fui en la romería! Me miró al
pasar con su carreta y un aire caliente me erizó la nuca y después siguió para
abajo, la espalda, las piernas; temblé, pero no era de miedo. Un hombre de
verdad te hace vibrar, dice la Paca, ella sabe, tuvo dos maridos y ahora,
aunque no lo comente, sé que uno visita su cama.
Yo debería rezar, pedirle a la virgen que
vuelva, que le diga que si no quise tumbarme en el pinar era porque no quería
manchar el vestido, y mi reputación, claro.
¿Qué haría un martes vestido de domingo?
Alguien susurró que tenía novia en su pueblo, pero si la tiene, ¿por qué no la
llevó a la romería?
Terminé. Le gané a la luz. Esta tarde
seguro lo veré en la playa. Me pondré el vestido de flores, un azahar en el pelo
y las alpargatas nuevas. Me cogerá la mano, caminaremos por la orilla y me dirá
que está enamorado de mí. Después iré a la ermita a darle gracias a la virgen
por un hombre tan bueno.
No me ve, desde aquí puedo mirarla
sin que se dé cuenta. Es guapa, honrada, y el pelo le huele a jazmines. Quiero
guardar esta imagen para cuando esté lejos. Sé que la Paca me vio cuando
entraba en la casa del notario. ¿Se lo habrá dicho? Ojalá, no quiero que me
espere. Mi barco me llevará lejos y no sé cuándo volveré, o si volveré. Todos
mis ahorros los di al notario, más el dinero por la venta de los naranjales que
me dejó la abuela. Hice bien. Más grande que la vela que están cosiendo será la
que me lleve a esas costas que un día padre me señaló en un mapa. Más lustrosa
la cubierta que la de la goleta que estaba en el puerto, y con tu nombre,
Neleta, en letras rojas, para llevarte siempre conmigo. No fui anoche a la
playa, mi niña, no iré esta tarde. Es mejor así.
© Liliana Delucchi
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