miércoles, 17 de mayo de 2017

Mariana Romero-Nieva: A mi padre


Representación de Dios Padre en la creación de Adán
Miguel Ángel. Detalle de la Capilla Sixtina

Cuando contemplo tu rostro
mezcla de paz y fatiga,

cuando adivino tus manos

trenzadas y adormecidas,

cuando veo que tu cuerpo

se agostó como la espiga,
cuando presiento en tus ojos
una lágrima perdida,
cuando tus labios se cierran 
con una queja prendida,
cuando tus pasos cortados
hacen senderos de vida.


Yo te adivino a mi lado
con tu caricia tendida,

con tu temple de guitarra,

con tu sonido de lira,

con tu majestad de años 
que saben de mil fatigas,
que saben de la tristeza
y saben de la alegría.


Tus blancos cabellos miro
sobre tu frente tranquila

y en esos surcos del tiempo

duerme tu sabiduría.


Me cuentas, me hablas,
me dices esas cosas escondidas, 

esas vivencias de antaño

con tus palabras tranquilas

que suenan dulces y bellas
como mi niñez perdida.


Los años pasaron, padre,
en mi frente ya hay heridas,

esas heridas que dejan

los pesares de la vida.


Pero cuando en mi recuerdo
adivino tu sonrisa

me considero de pronto,

aquella niña chiquita,

aquella que tú besabas
y que a tus hombros subías,
aquella frágil muñeca 
que con firmeza cogías
y la alzabas hasta el cielo
mientras reía y reías.


¡Qué recuerdos tan serenos
tienen tu vida y mi vida!





Retrato de Jan Pellicorne con su hijo Gaspar
Rembrandt van Rijn. Siglo XVII




© Mariana Romero-Nieva

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