Imagen: Centro Virtual Cervantes |
El «hospitalito» de Alcalá
de Henares
En el esplendoroso Alcalá
de Henares patrimonio de la Humanidad, no podemos olvidarnos del «hospitalito»…
El hospital gratuito de la Misericordia, llamado de Antezana y popularmente
conocido por «el hospitalito»,
cubrió ya sus quinientos quince años de actividad ininterrumpida y abnegada.
Fue una fundación de don Luis de Antezana y su esposa, doña Isabel de Guzmán,
cristalizada en octubre de 1483, y bien puede ser uno de los centros benéficos
en servicio más antiguos de España. Hoy depende de la fundación de su nombre y
de las posibles donaciones. Se dice que carece de subvención oficial.
Imagen: Centro Virtual Cervantes |
El hospital acoge a
ancianas desamparadas, que están a cargo de las Siervas de María. El inmueble,
en la calle Mayor, ofrece un bello patio castellano de guijos y pozo con brocal
y galerías con balaustrada de madera, donde toman el sol y el aire las
asistidas. En uno de los corridos se conserva la cocina que solía utilizar San
Ignacio de Loyola cuando estuvo en Alcalá estudiando filosofía e incluso sirvió
de enfermero. La iglesia, de reducidas dimensiones, alberga algunas obras de
arte. Al exterior, un enorme alero hace casi de marquesina.
Cristo de Martínez Montañés |
Frontera al hospital
hállase la casa natal de Cervantes, que goza de numerosas visitas; enfrente,
pero ya en la calle Imagen, está la casa en que nació don Manuel Azaña; a unos
pasos y en la misma vía, el monasterio de carmelitas del que Teresa de Jesús
fue priora en alguna época, como lo fue sor Luisa Belén de Cervantes, hermana
del autor del «Quijote».
Sábese que don Rodrigo de Cervantes, padre de ambos, ejerció como
cirujano-sangrador en el hospital.
Hacia un lado de la calle
Mayor cae la Plaza Mayor o de Cervantes, con el edificio esquinado que habitó
Santo Tomás de Villanueva, hijo del «antiguo
y conocido Campo de Montiel», en su período
estudiantil, y la gran Universidad a escasas varas y en plaza adyacente. Hacia
el otro, la iglesia magistral y catedral reciente, amén de otros recuerdos de
Cisneros; la Casa de la Entrevista, en la que los Reyes Católicos dieron
audiencia a Cristóbal Colón para oírle sus sueños de nuevas rutas marinas; el
palacio, entonces arzobispal, iniciado por Ximénez de Rada en el XIII y en el
que viven o nacen reyes y emperadores, como tantas otras históricas piedras y
sucederes.
La ideal singladura alcalaína
discurre por los más diversos y significativos caminos y así se patentiza en
aquellos parajes urbanos, que de otra parte, tanto han crecido en las últimas
décadas por mor de la proliferación industrial y la consiguiente inmigración,
sin que falten jamás acá o allá puntos que nos retrotraen presencias de hechos
y personajes de altísimo nivel. Al margen de su más lejano pretérito remontado
a la prehistoria, Alcalá de Henares es un cúmulo de valoración cultural en los
más de siete siglos de tradición y proyección universitaria.
Y dentro, enclavado en el
casco noble y tan noble como lo que más lo sea, el hospitalito de Antezana con
su medio milenio de amor y generosidad, marcando un tiempo a los tiempos que
van llegando, y a todas sus circunstancias, atendiendo como le es posible a un
puñado de mujeres desvalidas, que acaso serían más si más disponibilidades
hubiera… En el opulento Alcalá de Henares patrimonio de la humanidad, guardemos
siempre un puesto de honor a este pequeño patrimonio de la humanidad doliente.
Sobrevolando el caserío,
las ternes cigüeñas proclaman con sus crotoreos las glorias pasadas y presentes.
También futuras.
© Miguel García de
Mora. Escritor.
Miguel García de Mora
Gallego, «El narrador de La Mancha» nació en Manzanares en 1916 y murió en La
Solana en 2013. Llega a este Blog de la mano de su hijo Luis Miguel que lo
define como un hombre sencillo y un periodista incansable. Para su hija Gloria,
su padre, fue un manchego de pro, de franqueza campechana y corazón abierto,
que se sintió Quijote y Sancho en extraña confusión.
Muchísimas gracias a los dos por permitirme publicar algunas de sus crónicas.
Muchísimas gracias a los dos por permitirme publicar algunas de sus crónicas.
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