Castillo de Peyrepertuse Foto: Ángeles Alonso Más |
Érase una vez un castillo
cátaro del siglo XI al que llamaban Perapertusa que significa piedra taladrada.
Foto Ángeles Alonso Más |
Romanos, condes, cruzados, franceses
fueron labrando un camino, hasta edificar un castillo en la parte oriental y
más baja de la cresta, con su capilla a Santa María, se les hizo pequeño y construyeron
otro al norte, en lo alto de la cresta, una fortaleza dentro de otra, con sus
torres de homenaje, así estarían más seguros; la subida por una escalera de
acceso llamada de San Luis con sesenta peldaños tallados en la roca, se
encuentra al borde de un impresionante precipicio; otra capilla elevaron: la de
Sant Jordi; así trabajando, defendiendo ese bastión de la frontera sur del
reino francés, rezando, durmiendo y amando fue transcurriendo el tiempo...
Escalera de San Luis Foto: Ángeles Alonso Más |
Su recio peñasco puede hablar
de las montañas de Corbières; de su altitud a ochocientos metros sobre el nivel
del mar; de su posición estratégica desde donde vigilaban valles, puertos de
montaña y se comunicaba por medio de señales con el castillo de Quéribus; de
que en 1162 esta fortaleza perteneció al condado de Barcelona; que en 1240 el
castillo pasó a ser posesión real francesa por el Tratado de Corbeil; y que a
mediados del siglo XIV Carlos V de Francia, en plan amiguete, permitió a
Enrique de Trastámara refugiarse en este castillo tras su derrota en la batalla
de Nájera.
Tras muchos años de
silencio, en la primera mitad del siglo XXI, estas hermosas piedras algo amodorradas
se miraban unas a otras, sacudiéndose las moscas que les rondaban, pero… Una
mañana, ¡De pronto!, vieron llegar a un grupo de dieciséis personas armadas con
paraguas, mochilas, botellas de agua, bastones… y expectantes las piedras se
preguntaban qué nueva guerra se avecinaba. En la retaguardia había quedado un
hombre y cuatro mujeres con la misión de espiar a los habitantes del pueblo. A
la vanguardia un hombre de pelo cano que, por su porte, pensaron fuera el
general en jefe.
Foto: Ángeles Alonso Más |
Las armas que portaban
parecían menos agresivas que el ruido de sus palabras. Era un murmullo atronador
difícil de entender a esa distancia y se abrazaron entre ellas para que no
quedara resquicio por donde pudiera colarse el enemigo.
En el arco de la puerta noble
se apoyó el hipotético general.
-¡Pedro!
Llamó una voz de mujer-
¡Anda! Se llama como
nosotras cuchichearon las rocas.
-¡Ánimo
Neme! Ya queda poco.
El resto de combatientes al
oír aquellas palabras gritaron: ¡Hurra! ¡Hemos llegado!
Y en el lienzo de muralla
un agudo silbido recorrió el recinto para anunciarse unas a otras.
-Han
vuelto los vecinos. Ayer aragoneses, hoy españoles. Son gente de bien aunque
algo alborotadores.
© Marieta Alonso Más
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