Hace unos meses hablaba con mis amigos sobre el sentimiento de pertenencia.
Para
bien o para mal, tuve que dejar el lugar donde vivía para buscar trabajo.
No lo
hice sola, pues mi otra mitad y yo emprendimos el camino juntos.
Pero
es imposible no echar de menos tus raíces, tu principio.
Preguntarte
cómo serían las cosas si estuvieras en donde te has criado.
No soy
de playas, mi piel no soporta el sol.
Sin
embargo, desearía pisar la que me ha visto crecer.
Me
encantaría poder hacerlo. Tener la posibilidad de pasear por su orilla
Observar
las caras de la gente a la que he saludado siempre.
La
sonrisa de un vecino que hace días que no me ve.
Esas
cosas, ya no las tengo.
No me
malinterpretéis. He conocido a gente maravillosa.
He
reído hasta decir basta.
Soy
feliz aquí.
Pero
nada es perfecto, por mucho que la gente intente decir lo contrario.
Hermanos,
padres, familia, amigos... No verlos es duro, te falta un pedazo.
Aunque
viaje, aunque ellos me visiten.
Es
complicado.
Extraño mis playas y amaneceres.
© M. J. Pérez
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