FIDELIDAD A LAS EXIGENCIAS DEL PENSAMIENTO
El honor de los filósofos
Acantilado, Barcelona, 2020, 600 páginas
El honor de los filósofos es el título con el que Acantilado pone en manos de los lectores una obra de gran envergadura de Víctor Gómez Pin (Barcelona, 1944). Víctor Gómez Pin es doctor de Estado por la Sorbona, Catedrático de la Universidad del País Vasco y, en la actualidad, catedrático emérito de la Universidad Autónoma de Barcelona. Especializado en Metafísica y en Pensamiento Matemático. En 1989 obtuvo el Premio Anagrama de ensayo por su obra Filosofía, el saber del esclavo.
El honor de los filósofos es un libro magno en varios aspectos: 600 páginas, que no pretenden ser una introducción a la filosofía sino un homenaje a los filósofos, merecedores de honestas en el sentido etimológico y más usual del término, sobre todo a aquellas personas -de ellas trata este libro- sobre las que recayó hosquedad de forma real o simbólica. Pero que resistieron; la exigencia de fidelidad a su condición específica como animales de palabra y de razón hizo que cada una de estas personas perseverara en el combate de sí mismo.”. Fueron víctimas de la desafección por parte de los poderosos, de acusaciones que actuaron como coartada.
Es el caso de Leibniz por reivindicar la paternidad del cálculo infinitesimal; de Tomas Moro por no subordinar la causa del papado de Roma al que servía, a los intereses de Enrique VIII. De Condocert, cuya alianza con el adversario lo convierta en enemigo de la Revolución; de Miguel Servet por haber puesto en tela de juicio dogmas teológicos como el carácter trinitario de Dios; de Copérnico y Giordano Bruno por negar la evidencia ya demostrada como falsa del geocentrismo. La hoguera fue la honestas con que los poderes públicos pagaron la fidelidad a su pensamiento de Miguel Servet o Giordano Bruno.
Tuve la oportunidad de conocer y dialogar con Víctor Gómez Pin sobre estos y otros personajes merecedores de honor e la Semana de Filosofía celebrada en 1998 por el Aula Castelao e Filosofía de la que fue uno de los conferenciantes. Y en aquel entonces pude comprobar la admiración de Víctor Gómez Pin por estos seres humanos que no se enmendaron, a pesar de la muerte como amenaza y realidad, de pensar con radicalidad , y dieron muestras de saber responder con sus vidas a lo que consideraban que era la verdad.
Varios son los criterios con que Víctor Gómez Pin escruta en los hombres y mujeres considerados filósofos y que homenajea en su libro: rigor en el propio discernir; firmeza para mantener esa convicción; prudencia para sortear los inevitables momentos de flaqueza; autoestima para resistir y no derrumbarse ante la exclusión; andreia (una fuerza vital que sostiene a los seres humanos en los momentos más complejos para mantenerse fieles a sus ideas) para resistir la inmediatez del propio fin y mantener la entereza y la fidelidad a su verdad.
Víctor Gómez Pin
Este “pensador de larga carrera” que en Gómez Pin analiza estas virtudes a lo largo de este libro denso. Y la fidelidad a las mismas por parte de ciertos hombres y mujeres. Su dramatis personae incluye a pensadores de todo tipo, físicos, matemáticos, novelistas. Y comienza -como no podía ser menos- con Aristóteles exiliado dos veces de Atenas. Pero él fue el que nos ayudó a pensar. Su corpus engloba todos los saberes. Sospechoso por su condición de meteco, opuesto a los designios imperiales de Alejandro Magno. Diversas versiones nos hablan del final de sus días por envenenamiento. Sigue en este “dramatis personae” Baruch de Spinoza, filósofo holandés de ascendencia sefardita. Expulsado y condenado al exilio por los representantes de la ortodoxia hebrea, porque su obra chocaba contra la doctrina de un Dios transcendente al mundo. “Sus enemigos había logrado que el pueblo lo odiara porque aportaba los instrumentos que permitían distinguir la hipocresía de la piedad verdadera y abolir la superstición”, escribe uno de sus biógrafos.
Leibniz, filósofo y matemático. Acusado por los newtoninos de plagio debido a su teoría del cálculo infinitesimal. Cuando falleció, solo una persona sigue al féretro. René Decartes, filósofo y matemático, padre de la geometría analítica. Generó la desconfianza de la ortodoxia y tuvo que postergarse debido al clima creado por la condena de Galileo. Voltaire, modelo del “librepensador”, filósofo, dramaturgo y poeta. Sus Cartas filosóficas suscitan reacciones furibundas por parte de las autoridades religiosas. Posee el record de decretos en el Índice. Encarcelado y víctima de constantes persecuciones y condenas. Jean-Jacques Rousseau, contrapunto de Voltaire. Incomprendido por este y por sus mismos amigos al final de su vida: Olympe de Gogues: intentó dotar de leyes razonables al proceso revolucionario, pero fue guillotinada en 1793.
Son muchas y muchos otros los que forman parte de este elenco de merecedores de la honestas o el honor de los filósofos: Nicolas de Condorcet, Sophie de Grouchy, André Chénier, Tomas Moro, Antoine Fusquier-Tinville, Miguel Servet, Juan Calvino, Galileo Galilei, Johannes Kepler, Hipaso de Metaponto, Téano, Pitagoras, Socrates, Hipatia… Una larga lista que tiene su remate en Mércel Proust.
Este es solamente el exordio de un libro, con capítulos profundos y, a la vez de amena lectura. Ocho partes donde Gómez Pin da muestras de un saber enciclopédico que sabe traducir en lenguaje legible -hay secuencias que se leen como un ameno e interesante relato-, apto para iniciados en la filosofía y para profanos en este saber. Un libro en el que quizás su tema central es en palabras del autor: ·si el pensar puede llevar a hoguera, el no pensar quizás supone una amenaza mayor, porque en el acto de pensar está encerrada toda esperanza.”
Francisco Martínez Bouzas
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