jueves, 1 de junio de 2023

Amantes de mis cuentos: Toma de decisiones

 



El ciervo, porque era un ciervo por su tamaño y cornamenta, levantó la cabeza y se movió intranquilo al presentir el peligro.

Desde lo más alto del risco donde se encontraba podía ver una figura muy abajo, a lo lejos, que de vez en cuando se detenía y miraba hacia arriba, como si buscara algo. Lo había visto varias veces en los últimos días y su instinto le advirtió que se mantuviera alejado de aquel animal que iba caminando sobre dos patas y que en ese momento se paraba para atender una llamada de la naturaleza.

Estaba solo y con hambre. Debía bajar al valle de grandes bosques verde oscuro. Necesitaba comer durante el invierno y acumular reservas para la época de reproducción, pues si no estaba fuerte podría morir ante un buen adversario o de puro agotamiento.

Lo único que debía conseguir era huir de lobos, linces, zorros, águilas… Y de aquel que llevaba un fusil al hombro.

 

 

La caza no está bien vista, pensaba aquel hombre mirando a lo más alto del risco, aunque para él era un medio de subsistencia, como para otros lo era la agricultura o la ganadería.

Huía de la guerra, de la sinrazón. Estaba solo, sin familia y con hambre. Era un desertor. Ni pensar en volver atrás. ¡Basta de matar hombres! Tendría que esconderse de día y caminar de noche. Necesitaba comer, matar al ciervo, acumular reservas para llegar a su destino. Encontró unas raíces y se sentó a comerlas, era una pequeña tregua para aquel animal que no tenía la culpa de sus desventuras.

Tarde o temprano, lo sabía, no le quedaba otro remedio que obtener comida o poner proa hacia las estrellas.

Un conejo saltó de entre la espesura con su cuerpo robusto, uñas resistentes y orejas largas Se movió en estado de alerta al ver al hombre. No le dio tiempo a más.

El ciervo levantó la cabeza, respiró profundo y desapareció.



© Marieta Alonso Más

No hay comentarios:

Publicar un comentario