Estoy segura que habéis leído esa increíble historia donde los niños vuelan y los sueños se convierten en realidad, esa historia de un niño que se negaba a crecer y de su voluble amiga Campanilla, capaz de ingerir venenos para salvar a su adorado Peter.
J. M. Barrie dramaturgo
escocés, autor de Peter Pan, nació en 1860, no era atlético, no era atractivo,
no parecía tener un futuro prometedor. A James le encantaban los espectáculos
de los titiriteros, esos actores itinerantes que le hacían soñar. Así empezó a
representar sus propios dramas infantiles para los niños de la localidad. El
precio de la entrada eran sus juguetes.
Apenas tenía seis años cuando
murió en un accidente su hermano mayor. La madre quedó postrada de dolor. Una
noche James entró en la habitación y su madre preguntó: ¿Eres tú? Y él contestó
con voz temblorosa: No. No soy él. Soy solo yo.
A partir de ese momento el
niño pasaba largas horas junto a su madre escuchando sus relatos de cuando era
niña. Ya adulto mezcló los recuerdos de su hermana para crear a Wendy, la
adorada amiga de Peter Pan.
Pasaron los años, creció en
edad, pero no en estatura, medía apenas metro y medio. Produjo su primera obra
en la Academia Dumfries, donde estudiaba. Continuó sus estudios en la
Universidad de Edimburgo y sobrevivía escribiendo crítica teatral para el
Courant de Edimburgo. Se graduó y empezó a escribir en el Journal de
Nottingham. A los 24 años se fue a Londres con un capital de doce libras en el
bolsillo.
Sus primeras obras le
trajeron un considerable éxito. Un día el escritor paseaba con su perro Porthos,
un San Bernardo, por los Jardines de Kensington. Y de pronto, un niño con
camisa azul y boina roja se le acercó, tenía cuatro años y le presentó a un
hermano de tres años y al otro que apenas era un bebé. Y como era costumbre en
Barrie comenzó a contarles un cuento. En los años que siguieron, forjó una
entrañable amistad con los chicos Davies y sus padres.
Un verano el escritor pasó
seis semanas con la familia Davies en una cabaña del lago Black. Pasaban
maravillosas tardes inventando juegos de piratas y de hadas. Contó muchos
cuentos, tomó notas, hizo fotografías para un álbum de recuerdos. Ese libro:
Los niños náufragos de la isla del lago Black sirvió de inspiración para Peter
Pan.
Sus amigos Arthur y Sylvia
Davies murieron dejando a Barrie a cargo de sus cinco hijos.
Nunca había escrito antes una
obra para niños y le preocupaba que sus patrocinadores pudieran considerarla
una locura. Haciendo acopio de valor en 1903 se la dio a leer al productor,
Beerbohm Tree, que casi lo echó a carcajadas de su oficina. En 1904 fue a ver
al empresario teatral el estadounidense Charles Frohman que se encontraba en
Londres. Le ofreció los derechos de «Alice, siéntate junto al hogar» si
producía también Peter y Wendy.
Le dijo a Frohman que no
creía que Peter tuviera éxito económico, pero que Alice, una obra sentimental
para adultos, compensaría las pérdidas que la primera ocasionara. Frohman le
arrebató las dos obras y se puso a gastar dinero en la extravagante producción
de Barrie. Su instinto le decía que iba a ser un éxito.
Mientras tanto, a finales de
octubre de 1904, un grupo de actores comenzó a ensayar en secreto la obra que
ya se llamaba Peter Pan. Se temía que esa extraña y nueva producción no durara
más allá de la noche del estreno. El 27 de diciembre se estrenó. Durante gran
parte de la representación Barrie se paseaba de un lado a otro, luego se quedó
inmóvil y contuvo la respiración mientras Peter imploraba:
¿Creen
ustedes en las hadas?
Si es
así,
¡Aplaudan!
Tras un silencio eterno, los
aplausos atronaron en la sala. En 1929 Barrie cedió los derechos de Peter Pan
al Gran Hospital de la calle Ormond para niños enfermos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario