El pan es la materia prima de
las migas. Suele utilizarse pan candeal. Los que tienen mayor densidad de migas,
diría mi abuela que las hacía con hogazas y con cualquier pan duro del día
anterior.
El día de la reunión de amigas, Aleida se presentó en casa y dijo que ese día le tocaba entrar en la cocina. Nadie le llevó la contraria. Para ella, nómada, trashumante por naturaleza, callejera por afición, la rapidez cuenta, y hace las migas con lo que tenga a mano.
Y en casa solo había pan de molde.
Mientras
una trabajaba, las otras se documentaban y… ¡Sorpresa!
La escritora
Emilia Pardo Bazán publicó algunas recetas en su obra «Cocina Española Antigua
y Moderna». Entre ellas describe las migas de la academia, que las servían
regularmente en la Academia Militar de Toledo, como alimento típico de la
milicia española hasta finales del siglo XIX.
En su versión más sencilla, las
migas consisten en sofreír con ajos y aceite de oliva los trozos de pan duro,
previamente humedecidos en agua, hasta que se doren. Se acompañan de torreznos,
longaniza, chorizos fritos, pimientos fritos, sardinas, pepinos… Constituyen
una comida completa.
Aleida acomoda a su gusto y
buen hacer las recetas que heredó de su madre.
Ingredientes
2
huevos por personas
100
gramos de pan de molde sin corteza
Peras
Uvas
Aceite
de oliva
Sal y
pimienta
100 gramos
de queso parmesano rallado
Un vaso
de leche
Preparación
Nuestra amiga dejó secar el
pan de molde, lo troceó y lo echó en la «sartén de migas» que se ha traído expresamente
de su casa con un cucharón de madera. El aceite bien caliente, especificó, una
pizca de sal y otra de pimienta. Recordó de pronto la tensión arterial e
imagínense lo que no echó.
Una de las amigas se acercó a
cotillear y la puso a cortar las peras en dados pequeños y las uvas a la mitad.
Calentó la leche y cuando estaba
a punto de hervir añadió el parmesano e hizo la salsa, revolviendo.
Llegó el momento de freír los
huevos.
En un plato tipo fuente puso
las migas con las peras y las uvas en una de las esquinas, en la otra los
huevos fritos. Por último, en una salsera de cerámica con dibujos geométricos, vertió
la salsa de queso parmesano para que cada cual hiciera la combinación que más
les gustara.
Ya me
diréis
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