Pancho, Toño, Kiko, Mongo y Paco, son amigos desde que empezaron a trabajar en la
misma Empresa. Pancho tiene coche. Desde
hace veinte años les recoge en la Plaza de Cibeles a las seis de la mañana y les vuelve a
dejar a las seis de la tarde en el mismo lugar. El tema de conversación
favorito de los cinco es la pesca y una vez al mes se van todos en el coche de
Pancho para disfrutar de ese pasatiempo.
Un
sábado regresando a Madrid, felices, porque cada cual había pescado el pez más
grande de su vida, tuvieron un pequeño accidente. Frenó de repente y el coche
que venía detrás le besó. Se bajaron todos a ver qué había pasado y
pudieron comprobar que todo estaba en
orden, unos rasguños en el parachoques. Pancho por hacer un favor y porque su coche tenía más años que Matusalén,
le dijo al otro conductor que no merecía la pena dar parte. Y no tomó ningún
dato del contrario. Todos tan contentos se subieron al coche.
A
la semana del golpe apareció Paco con un collarín.
‒¿Qué te ha
pasado? ‒preguntó Pancho.
‒Ya ves.
Preocupado
quiso saber más. Y Paco le explicó:
‒Mi cuñado, un tío
listo, que sabe mucho de seguros me aconsejó ir al Hospital. Allí dije que me
dolía el cuello, engordé el dolor, bueno, exageré bastante, porque así, según
mi cuñado, puedo tener derecho a una indemnización.
‒Vamos a ver Paco,
para poder cobrar una indemnización tienes que denunciarme.
‒Sí, ya lo he
hecho.
‒¿Qué ya lo has
hecho?
‒Joder, Pancho, no
sé por qué te pones así. Yo no voy contra ti, es contra el seguro. Tú eres mi
amigo.
No
podía dar crédito a lo que estaba escuchando. Se quedó sin palabras. Nadie en
el coche se atrevía a hablar. Llegaron y cada cual se fue a su puesto de
trabajo.
A
media mañana llamaron a Pancho de la
Compañía de Seguros. Había tenido un accidente del cual no
había dado parte y en el que resultó lesionado un acompañante. Juicio seguro.
Por otro lado iban cinco personas cuando su coche era de cuatro plazas. No
llevaban cinturón de seguridad como había comunicado el denunciante. Las nuevas
normativas vigentes desde hacía una semana…
A
Pancho le daba vueltas la cabeza, fue a preguntarle a un abogado de la empresa.
La cosa estaba fea. Él no había sido el culpable pero no podía demostrarlo. Los
hechos eran los hechos.
A
la hora de salida, allí estaba el del collarín junto a los otros, esperándole.
‒Paco, creo que de
ahora en adelante será el Seguro quien te lleve.
Por
el camino, Pancho explicó la situación. Se miraban entre ellos. Permanecieron
mudos, para terminar diciendo que todos eran amigos que no podían tomar partido
por ninguno.
Paco
no se explica el enfado de Pancho. A él la
Ley le ampara. Por otro lado si el dolor no es medible qué
tiene de malo inflarlo un poco. Él es un trabajador. No le sobra el dinero.
© Marieta Alonso Más
Me gusta mucho.
ResponderEliminarCarmen Dorado
Me alegro chiquilla. Vuelvo a darte las gracias por tus comentarios. Ojalá que un tercio de los que visitan y leen este blog, pusieran su granito de arena con una frase. Nadie sabe lo que anima un halago, una crítica constructiva, un saber que mis cuentos han llegado a quienes van dirigidos. Gracias por leer mis relatos, gracias por ser una fiel seguidora y proclamar a los cuatro vientos tus impresiones. Marieta
ResponderEliminarLa historia está muy bien. Muy rizar el rizo. Un besito Marieta.
ResponderEliminarUn abrazo
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