A los siete años se encontró sin
modelo masculino que imitar. Su madre, inicialmente sumida en la desesperación,
solo se preocupó de alimentarle, no tanto como del desarrollo de su vida
espiritual. Pronto, no obstante, ella pareció encontrar satisfacción en
relaciones meramente accidentales que, al parecer, le hacían olvidar el íntimo
desencuentro con su propio yo. No era feliz y por tanto era incapaz de
transmitir estabilidad al desequilibrio interior que perfilaba el crecimiento
de su hijo.
Roberto, inteligente, encontró pronto en el estudio el mejor alimento de su ego. Se sabía brillante y, lógicamente, dirigía a destacar todos sus esfuerzos. Pasaron de ese modo varios años durante los cuales la vida universitaria le ofreció diversas compañías femeninas. Primero, Lourdes le abrió los ojos al deseo. Más tarde, Ana María le ofreció la oportunidad de disfrutar del sexo sin limitaciones. Cecilia, Mari Carmen y alguna más constituyen al presente su curriculum sentimental. Todas ellas, páginas de corta duración. Pero, se pregunta él muchas veces, ¿recae sobre sí mismo todo el peso de su aparente fracaso emocional? ¿Qué parte llevan ellas en ese continuo acontecer sin esperanza? Solo el éxito profesional le ofrece hoy la energía para mirar hacia adelante.
© Ramón L. Fernández y Suárez
Roberto por Ramón L. Fernández y Suárez se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.
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