"El beso" Joaquín Sorolla y Bastida |
Siempre he sentido predilección por Sorolla, es mi
pintor favorito, tal vez porque, de alguna manera, está vinculado a mi pueblo,
Cercedilla. Allí murió un 10 de agosto
de 1923.
Todos
sabemos que es uno de los grandes pintores de nuestra época, un mago del color
y de la luz, herencia de su tierra, Valencia y el Mediterráneo y de las
influencias que a lo largo de los años obtuvo de sus diversos viajes, sobre
todo a Italia y París. Su pintura representó la aplicación directa del
Luminismo al paisaje y la figura, acercando por tanto esta tendencia a la
sociedad de la época.
Curiosamente,
buscando información sobre su vida y su obra, me he topado con un cuadro que va a ser subastado el 28 de abril de 2014,
por la Galería Christie´s. Se trata de “El beso” en el que representa a su
hija Elena besando un busto de bronce, que aún permanece en la Casa Museo de
Sorolla en Madrid.
Su
hija Elena es la pequeña de los tres hijos que tuvo Sorolla con su mujer
Clotilde. La mayor era María Clotilde y el segundo, Joaquín. Para Sorolla su familia
era el motor de su existencia, adoraba a su mujer Clotilde, que le sirvió de
musa en innumerables obras, y cómo no a sus hijos. Ello queda reflejado en las
cartas que escribía a Clotilde en sus viajes y que les obligaba a estar varios
meses separados, estas cartas aún se conservan en el Museo Sorolla de Madrid. Una
de sus grandes preocupaciones fue la enfermedad de su hija María
(tuberculosis), que llevó a toda la
familia a peregrinar de un lugar a otro buscando el sitio idóneo para su
curación, así llegó a Cercedilla, a la que eligió por su aire puro y allí María
permanecería durante varios años, al igual que su hijo y sus nietos que, hasta
hace muy poco tiempo han seguido veraneando en este pueblo serrano.
En
este cuadro Sorolla
realza la luminosidad del momento mediante la ejecución de la pintura en
colores pálidos y amplias pinceladas rápidas, el negro de las sombras es
sustituido por tones ocres y malvas. La pincelada demuestra
el desarrollo de un estilo más impresionista que Sorolla adoptó más tarde en su
carrera, ya que en este período, sobre 1897-1898, realiza cuadros más
costumbristas o de realismo social. Algunos críticos
consideran esta obra un cruce entre los impresionistas franceses y los
acuarelistas ingleses.
Sorolla capta el momento
en que su pequeña hija se sube a una escalera y da un beso a un busto de
bronce. Pero lo que realmente resalta en esta obra es la forma en que está
tratada, la dulzura, la emotividad, los sentimientos del autor hacia su hija que
se reflejan con una gran ternura, y que no se me ocurre mejor manera de describir
que con estos pensamientos de uno de nuestros grandes filósofos, Ortega y
Gasset:
“¿Habéis analizado alguna vez esta emoción que llamamos ternura?
¿Es alegre, es triste la ternura? ¿No parece más bien la ternura una semilla de
sonrisa que da el fruto de una lágrima? En el enternecimiento sentimos angustia
precisamente por aquello mismo que nos causa placer. Así la inocencia nos
encanta porque se compone de simplicidad, pureza, insuspicacia, nativa
benevolencia, noble credulidad. Mas precisamente estas cualidades nos dan pena
porque la persona dueña de ellas será víctima de los dobles, impuros,
suspicaces, malévolos y escépticos que pueblan la sociedad. La inocencia no nos
entusiasma, la inocencia no nos enoja, la inocencia nos enternece.”
© Mª Carmen San Frutos Recio
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