Acababa
de cumplir quince años cuando mi madre sentenció: Una mujer debe saber coser.
Dialogué,
lloré, grité, me escondí en el cuarto de baño, intenté convencerla de que la
aguja y yo teníamos un conflicto generacional.
Ni
caso. Entré en un taller de costura.
Nunca
imaginé lo que se puede sufrir en un lugar tan creativo. El hilo se hace nudos,
las agujas de la máquina se rompen con solo mirarlas, enhebrar es cosa de
expertos, hacer los hilvanes rectos es obra de ingeniería. Las lorzas, los
bodoques, las flores rococó, los sobrepuestos y ¿coser las cremalleras?, eso ya
es como decía mi amiga, a la que también obligaron a ser modista, la
malhablada, la que se inventaba tacos. Es… es… la recontracojoñeta.
Y
los patrones. ¡Ay! Los patrones. Habrase visto cosa más tediosa en esta vida.
Lo único que me animaba era el modelo masculino a la hora de tomar medidas.
Yo
no sé quién habrá inventado esto de coser, puede que no sea culpa suya, pero si estuviera vivo o viva, le estrujaría
el pescuezo como a un pollo.
Según
mi madre había miles de razones para aprender a coser. Una es el placer que da
hacerse uno mismo la ropa, a medida, al gusto. Le expliqué con buenos modales
que yo era feliz con el pret a porter.
Otra
razón que me dio: ahorrarás dinero. No me convenció, yo pienso vivir de ellos
toda mi vida.
También
me dijo: Tienes que ser práctica. No vas a pagar a una costurera para coser un
roto o un descosido, acortar los bajos de un pantalón, poner un botón.
Le
contesté que no todos servimos para hacer de todo. Además hay que compartir, hay
que hacer que el dinero fluya, hay que ayudar a esas mujeres trabajadoras que
se ganan la vida, con la aguja y el dedal.
¡Porque
lo digo yo que soy tu madre!
¡Oh,
Dios mío! Eso es lo que le acabo de decir a mi hija adolescente que se niega a
aprender a coser. Cada día me parezco más a
mi madre.
© Marieta Alonso Más
Marieta, me siento muy identificada con lo que cuentas. Creo que todas, de una manera u otra, terminamos diciendo a nuestros hijos lo que nos dijeron nuestros padres.
ResponderEliminarDebe ser que lo llevamos en la sangre. Muchas gracias por tu comentario. Un abrazo inmenso.
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