Blog Consuelito y otras bellas del cuplé |
En
estos duros tiempos de crisis económica, con cierta frecuencia, pueden leerse
en los periódicos artículos tales como: “los
abuelos son hoy pieza fundamental para el funcionamiento del país”, tanto
por sus repercusiones económicas como sociales. Algunos de ellos que se
encontraban en residencias, han sido “rescatados”, para el mantenimiento de la
economía familiar.
No voy a analizar esta situación. Lo que voy a hacer es
reivindicar a “nuestros abuelos”. Los que disfrutamos de ellos casi a jornada
completa, en la mayoría de los casos con
muy pocos recursos económicos, que vivían en nuestras casas, contaban historias
maravillosas y sonreían siempre, ofrecían una ternura especial y un amor
incondicional. Nos daban una gran estabilidad, intervenían suavemente cuando merecíamos
una regañina de nuestros padres, siempre encontrábamos su protector abrazo,
después de ser reprendidos por ellos, responsables de nuestra educación, y
además de obtener consuelo, explicaban el
amor tan grande que nuestros padres sentían y con un simpático guiño, dirigían
nuestros pasos hacía ellos. Nos contaban su pasado y ensanchaban el camino de
nuestras vidas, con una relación equilibrada entre unos y otros.
Esta función la siguen cumpliendo y diría que muchas más. Tenemos
al abuelo “avalista”, “pagador de
hipotecas”, “cuidador de nietos a jornada completa”, “cocineros”, “guardería en
los puentes”, “vacaciones”. Todo por ser padres, por el bien de los hijos y la
estabilidad de la familia, en ellos se cumple el proverbio árabe “la
generosidad consiste en dar algo a alguien antes de que se nos pida”.
En homenaje a todos ellos, como nieta que fui y con edad de
ser abuela, voy a contaros una de aquellas historias, que mi querido abuelo, de
pelo blanco níveo, sonrisa perenne, de dulce voz y bondad infinita me relató en
varias ocasiones. Comenzaba con una canción, con música de cuplé, ése que todos
nosotros conocemos por haberlo escuchado,
pícaro, muy pícaro, de música pegadiza, que por supuesto no entendíamos, me
refiero al titulado “Tápame, Tápame, Tápame”, pero mi abuelo lo interpretaba
con otra letra:
En la calle de Carretas,
esquina la puerta el sol
estaba la Mª Luisa, esperándole a
Jalón....
¡Ven Jalón!, ¡Ven Jalón!, ¡Ven Jalón!
¡Ven Jalón!, ¡Ven Jalón!, ¡Ven Jalón!
¡Vente conmigo,
que te convida mi padre
a una copita de vino!
Luego
contaba una historia adecuada a mis años.
A
principios de siglo XX, se produjo una asesinato en Madrid, la María Luisa
joven planchadora, mató a su novio de un “planchazo” añadía ¿te acuerdas de
aquella plancha que tenía abuela?, y yo recordaba la que echaba humo y le
ponían brasas de la cocina, entonces, cuando mi imaginación se desbordaba, mi
abuelo aprovechaba para contarme las cosas que estaban mal y el asesinato de
Jalón, por arte de magia desaparecía, para dar entrada a otras enseñanzas.
El 25 de Abril se produjo el centenario de un tremendo crimen
que conmocionó a la población madrileña y que mantuvo a la opinión pública en
vilo hasta el 22 de Mayo del mismo año, 1913, en que fue detenido el asesino.
Se trata de un macabro asesinato, con todos los ingredientes para despertar la imaginación
de los madrileños. Primero una misteriosa desaparición, luego el asesinato de
un hombre rico, para la época (su fortuna se calculaba en torno a las 90.000
Pesetas), viudo, jugador y mujeriego. Por otro lado una mujer joven, y un
asesino (oficial del Ejército).
El desaparecido: Rodrigo García Jalón, conoció a María Luisa
Sánchez Noguerol, atractiva planchadora, de veinte años que le enamoró perdidamente,
estando dispuesto a llevarla a su casa, junto con sus cinco hermanos ya que
según decía era huérfana de madre y su padre Manuel Sánchez López, capitán del
Ejército, no se ocupaba de ellos.
Un día Rodrigo García Jalón, salió bien vestido de su casa, según
las crónicas de la época, “como para una cita”, con camisa verde a rayas rojas
y traje gris, corbata de seda, pasó por el palacio de juego de Madrid y cambio cinco billetes de mil
pesetas por una ficha de juego, informando que el motivo por el que hacía esto,
era que al lugar que iba no quería llevar dinero, dando orden al cajero de que
el dinero depositado sólo se le devolviera a él personalmente (publicado en El Siglo Futuro 8-5-1913), último momento en
el que fue visto.
El mismo día de la desaparición, una atractiva joven, rubia,
con traje de levita azul, muy a la moda, se presentó en el Palacio de Juegos, a
pesar de que la entrada estaba vetada a las mujeres, con la intención de
cambiar la ficha, exigiendo al botones que le acompañara hasta a la caja.
Nos podemos imaginar la sorpresa que provocó, una mujer en
la sala, joven y que además pretende cambiar una ficha de cinco mil pesetas. Una
fortuna. En medio de un silencio expectante y la curiosidad de todos los
presentes, el Cajero de forma educada, pero firme, se niega a efectuar el
cambio, aduciendo, que únicamente podía ser cambiada por un socio, la mujer
desesperada, incluso le regatea la
cantidad, está dispuesta a recibir quinientas pesetas, debido a la necesidad
que tiene de dinero en esos momentos, y le propone que se quede con el resto, e
indemnice al botones. Sin lograr sus intenciones, abatida, tremendamente decepcionada y muy compungida con la tristeza
reflejada en su rostro, abandona la sala, reuniéndose a la salida, con un
hombre maduro, alto, altanero, de
llamativo bigote de puntas retorcidas, que vestía pantalón gris muy usado y
americana larga, se cubría con sombrero hongo y desaparece entre la multitud que
abarrotaba la calle de Sevilla, sin apreciar, y debido a la curiosidad
despertada que había sido seguida por su cuenta y riesgo por el botones del
Círculo, hasta que perdió su pista entre la gente; quien pasó la tarde de mesa
en mesa, contando a los socios lo que había visto con gran fantasía. Ante su
pertinaz insistencia, por dar a conocer
que el propietario de la ficha era el Sr. García Jalón, el Círculo se pone en
contacto con el domicilio de éste en la calle Divino Pastor, siendo informados
por el ama de llaves que unos días antes se había presentado una mujer rubia,
vestida con una traje de levita azul, con la pretensión de conocer la casa,
asegurando que en poco tiempo se trasladaría a vivir allí.
Unos
días después, nuestro botones sale a las doce de la noche del Círculo, cree ver
a la mujer en la Carrera de San Jerónimo y la sigue hasta una pequeña plaza
cercana a la puerta del Sol (Pza. Conde de Miranda) y la ve entrar en la
Escuela Superior de Guerra. No lo piensa, se va a la calle Divino Pastor y
cuenta sus pesquisas, al hijo del desaparecido y al Ama de Llaves. Todos juntos
se trasladan a la Comisaria a denunciar la desaparición del Sr. García Jalón. La
policía que al principio se interesa pierde todo interés, porque al parecer María
Luisa es una joven de buena reputación. Es hija de un capitán en la reserva, Manuel
Sánchez López, condecorado en Cuba y conserje de la Escuela Superior de Guerra.
Pronto la noticia corre como la pólvora, los periódicos se
hacen eco. La familia del desaparecido presiona solicitando noticias, por lo
que a la policía no le queda más remedio que tomar declaración a María Luisa
y a su padre, el capitán Sánchez. Se
presentan elegantemente vestidos, él con su uniforme militar, con todas sus
condecoraciones, ella con un elegante vestido digno de una dama, negando todas
las acusaciones formuladas por el hijo del Sr. García Jalón, el Ama de Llaves,
el Cajero del Círculo y el Botones, que reconocieron a los comparecientes.
Sorprendentemente salieron libres, un heroico capitán y su
hija no podían estar involucrados en un asunto tan feo.
Dos periodistas no aceptan la versión oficial y deciden
investigar por su cuenta, lo que descubren, les deja pasmados. La hija del
heroico capitán se había fugado en fechas recientes, con dos hombres distintos,
y el padre denunció en estas dos ocasiones su desaparición. Había tenido
relaciones con varios hombres a la vez, y curiosamente, todos habían sido
pillados por el padre en el momento más oportuno. Para no provocar el escándalo
aceptaban pagar cantidades de dinero y silenciarlo, incluso se comentaba que María
Luisa había mantenido relaciones incestuosas con su padre a los catorce años, y
que de ésta unión había nacido dos hijos que habían muerto.
La investigación policial, que había sido suspendida por
falta de pruebas se reabre. Se baraja la posibilidad de que el Sr. García Jalón
fuera uno de los amantes de la joven María Luisa.
El Juez Instructor vuelve a interrogar al capitán Sánchez y
a su hija, quienes niegan los hechos, pero María Luisa realiza una confusa
declaración.
El
edificio de la Escuela de Guerra era enorme, con cuadras y sótanos en los que
se podía ocultar un cadáver, por ello se realizan numerosas investigaciones, se
registra el domicilio donde se encontraron emparedados todos los objetos del
crimen, ropa, machetes, hacha, cuchillos y restos orgánicos del capitán.
La joven citó al Sr. García Jalón en el domicilio familiar
del capitán Sánchez, con el fin de que éste diera su conformidad a la relación,
ordenándole sentarse frente a ella de espaldas a la puerta y justificando la
ausencia del resto de la familia, los niños habían salido con un tío y el
capitán llegaría pronto.
El enamorado sólo tenía ojos para su amada, desbordado por
la pasión, no percibió la presencia del capitán, que en el último momento no
siguió el guión pactado con su hija, para obtener dinero: honor herido, abuso
de una menor. Los celos le cegaron, y con un martillo propinó un golpe en la
cabeza del infortunado, después otro más fuerte que le partió el cráneo, al registrarlo con la idea de obtener el
dinero, y comprobar que sólo tenía cien pesetas y la ficha de juego, cogió el
hacha y lo despedazó.
Practicó una carnicería, arrojó restos al fogón, al retrete
y a un hueco existente en el piso
superior que luego tapió.
Todos los datos pueden ser encontrados en los diarios de la
época, tales como el Imparcial, El Siglo Futuro, La Correspondencia de España.
El capitán Sánchez fue condenado a muerte y fusilado en
Carabanchel Bajo, el 3 de Noviembre de 1913,
su hija María Luisa fue traslada a la prisión de Alcalá de Henares, murió en
prisión doce años después.
No
es de extrañar que mi abuelo que por aquél entonces tenía diecisiete años,
quedara impresionado por aquel truculento crimen, y cantara el cuplé, lo que
nunca imaginó, fue que cien años después, aquella niña que conocía una versión
dulcificada, buscaría información y os lo contaría.
El asesinato de Jalón por Marisa Caballero se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.
Mis felicitaciones Marisa. Me ha encantado volver a leer este relato, que ya conocía de tu mano en nuestros recientes tiempos universitarios. Te animo a seguir con tu habitual buen gusto, y lo bien que construyes el texto, marcando los tiempos, detallando los recuerdos. Se nota que te mueves a gusto por las ramas de Humanidades, y debes seguir practicando por esa vía; además eres buena investigadora. Y lo que es mejor, haces un precioso homenaje a tu abuelo, quien te puso frente a la senda del camino donde tu sensibilidad te hace descubrir detalles hermosos. Y gratitud en nuestro nombre, como abuelos que somos por el homenaje que nos haces. Abrazos.
ResponderEliminarMuchas gracias por este precioso comentario.
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