Mi
mujer, hace sesenta años, cuando nos casamos era más comprensiva. Todo en la
tele le molesta, odia las tertulias, las noticias, los dibujos animados y no
digo nada de los partidos de futbol. Tengo que irme al bar porque en casa están
prohibidos.
Cada
día llama al Ayuntamiento por un contenedor mal situado, por los excrementos de
perro que se dejan los dueños, por las baldosas en mal estado, por el ruido de
los coches y la música a todo volumen, por los robos en el cajero automático de
enfrente, por las pintadas en las paradas de los autobuses. Está que no duerme
porque desde hace unos meses hay olor a orines a la orilla del árbol que está en
la acera, frente a casa.
Cosa
rara, el Ayuntamiento atiende a sus quejas, porque ayer le han dicho que no se
preocupe que van a poner cámaras de vigilancia en nuestra zona.
Desde
anoche tengo un dolor de cabeza que no lo puedo aguantar. De madrugada me
asaltó una buena idea. Mañana voy a la farmacia y compro pañales. Esta mujer no
se da cuenta que a veces a uno no le da tiempo a llegar a casa.
© Marieta Alonso Más
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Gracias.
Muy inteligente Marisa, en especial para los abuelos prostáticos como un servidor que, de momento, resiste. Pero, ciertamente, con el paso de los años, todos nos volvemos un tanto sensibles. Nos salva el cariño, el amor a cultivar todos los días con la persona elegida, o que nos eligió en su día. Lo demás, y sin entrar en detalle de las dolencias, es cuestión de batallar todos los días.
ResponderEliminarEl amor y la alegría es fundamental para todas las etapas de la vida. Y los cuentos, cuentos son.
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