domingo, 19 de julio de 2015

Leonardo da Vinci: La Mona Lisa

La Gioconda 1503-1519
Leonardo da Vinci
Museo del Louvre. París. Francia






Con la llegada del Renacimiento renació el verdadero arte del retrato. El inventor de la fórmula que posibilita al artista la creación de un objeto artístico impregnado de parecido con la realidad, que iguala a los mejores bustos de los romanos, parece haber sido Leonardo y el primer ejemplo lo tenemos en La Gioconda, llamada así por ser la esposa de Francesco Bartolomeo de Giocondo, que realmente se llamaba Lisa Gherardini de donde viene su otro nombre Mona (señora) Lisa.


Da Vinci pintó este cuadro sobre una tabla de madera de álamo recubierta por varias capas de enlucido, en Milán entre 1502 y 1510, empleando la técnica del sfumato. Es probable que añadiera el paisaje del fondo después de terminado el retrato ya que a Leonardo le fascinaban las fuerzas desatadas de la naturaleza.


Representa a una dama sentada, de media figura, la parte por el todo, empleando el mismo procedimiento de los escultores romanos. Vuelta hacia un lado, los hombros recorren una diagonal, carece de cejas y pestañas aunque Giorgo Vasari, contemporáneo de Leonardo, habló de ellas. No lleva anillo. Dirige la mirada ligeramente a su izquierda y muestra una sonrisa considerada enigmática. La variación del color es débil y sugiere una suave luz de interior.


Es el retrato más famoso de la historia. Es posible que ello sea debido a las numerosas referencias literarias, a las hipótesis sobre la identidad de la protagonista y al robo de que fue objeto en 1911, y en el que hasta Pablo Picasso fue sospechoso. 
Copia de La Gioconda
Museo del Prado. Madrid


Es de suponer que esta mujer mientras posaba lo menos que se imaginase fuera que iba a ser tan famosa, tan estudiada, tan visitada. Una novedad, una imagen destinada a perdurar, un instante en su vida.








Fuente: Wikipedia, la enciclopedia libre.

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