Camino con la mochila a
la espalda por la hermosa ciudad. Llevo anotada la dirección de una joyería. Me
han dicho que tiene buenos precios y bonitos diseños.
Llego a una encrucijada.
No sé por donde tirar. Veo venir a dos judíos vestidos de negro con los
tirabuzones al viento. Me acerco a ellos. Les enseño un papel con una dirección.
Por favor ¿Me pueden indicar dónde está esta calle? Se dan cuenta que soy una
mujer. No me miran ni de frente ni de lado, mantienen la vista en el suelo.
Repito la pregunta esta vez en mi inglés vallecano, Could you Please, tell me
where is this Street? Con el brazo señalan un callejón a mi espalda y se
alejan.
No la encuentro por
ningún lado. He vuelto al mismo cruce. Tomo otro pasadizo. Nada. De nuevo a la
intersección ¡Sorpresa! Los mismos hombres de antes vienen hacia mí. ¡Eh! Les grito
con el papel en alto. Se detienen, me miran, bajan la vista y se dan la vuelta. Apresuro
el paso. Ellos también. Troto detrás de ellos, ellos corren delante de mí.
Doblan una esquina. Yo también. Entran en una casa y cuando llego a la puerta
la cierran ante mis narices. Oigo su respiración agitada.
Me siento a esperar en el
quicio de la puerta, Dios sabe qué, y al levantar la vista la joyería la tengo enfrente
de mí.
© Marieta Alonso Más
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