Din don dan
Esa copa invertida y
ahuecada de metal fundido, generalmente de bronce y hasta de más de cinco
metros de altura, que resuena y vibra al ser golpeada por un badajo de hierro,
ya era conocida de
los pueblos egipcios y asiáticos, también por los persas, griegos y romanos. Fueron
adoptadas por la iglesia católica desde el siglo V para convocar a los fieles.
Se divide en tres partes: jubo o
yugo, copa y badajo.
Los romanos les dieron el nombre de tintinábula
e indicaban la apertura del mercado y la hora de los baños; avisaban el paso de
los criminales al suplicio, la aproximación de un eclipse y otros
acontecimientos. Los cristianos las llamaron signum porque servían para
señalar o avisar la hora de las reuniones. Ya en el siglo VII se comenzó a llamarlas
«campanas», como consta por escritores de la época.
En aquellos primeros siglos, debieron ser de reducido
tamaño, según parece por las que han llegado hasta nosotros y por ciertas
referencias de los historiadores. Pero fueron aumentando de tamaño hasta que en
el siglo XIII llegaron a ser de grandes dimensiones, y ya en el siglo XVI las
fundieron verdaderamente, colosales.
El proceso de fundición de las campanas se remonta en
Europa entre los siglos IV o V. El metal tradicional para las campanas es el
bronce, aleación metálica de aproximadamente veintidós por ciento de estaño y setenta
y ocho por ciento de cobre. Para las campanillas se ha llegado usar: oro y
plata.
A su estudio se le conoce
con el nombre de campanología y es el arte de tocar piezas musicales haciendo
sonar campanas o vasos de cristal. Llamamos carillón al conjunto de campanas,
de diferentes tamaños y tonos.
En la Iglesia católica y entre algunos luteranos y
anglicanos, las pequeñas campanas de mano, llamadas sanctus, son tocadas
en la misa cuando el sacerdote eleva la sagrada forma y el cáliz inmediatamente
después de haber dicho las palabras de consagración. Indica a la asamblea que
el pan y el vino se acaban de transformar en el cuerpo y la sangre de Cristo.
Al parecer hay una disposición que dice que las
catedrales deben tener cinco o más campanas; las parroquias dos o tres; y las
iglesias, una.
En la Iglesia ortodoxa rusa las campanas no se mueven
cuando se golpean, solo se mueve el badajo. En el mundo oriental, las formas
tradicionales de campanas de templos y palacios se tocan a través de un fuerte
golpe con una vara o palo. Esta sorprendente técnica se emplea en todo el mundo
oriental por algunos de los más grandes campaneros, para evitar así que las
campanas de balanceo dañen las torres. También se utilizan en ceremonias
religiosas japonesas, sintoístas y budistas. Cuelga en la puerta de muchos
templos hinduistas y se toca en el momento en que los fieles entran en el
templo.
Las voces de las campanas crean en nosotros diversos
sentimientos: de tristeza si doblan a muerto; de alegría si sus repiques
recuerdan efemérides; de alarma si algún peligro se cierne sobre la localidad. Los
días de jueves y viernes santo las campanas enmudecen.
Se creía que hasta alejaban las tormentas. También
eran usadas como instrumento militar, en la Edad Media a su toque se reunía la mesnada.
En el siglo XVII al ser tomada una plaza, el maestre o jefe superior de la
artillería tenía el privilegio de apropiarse las campanas que ordinariamente
rescataba la población a un precio alto, destinándose algunas veces la cantidad
así obtenida a pagar pensiones de viudas y huérfanos de artilleros.
Hay muchos toques de campana: A misa, repiques de
domingo, Ángelus, Ave María, toque de ánimas, tocar a muerto, toque de ángel,
toque de arrebato o de fuego, toque de nublado...
Suelen llevar en la superficie externa algunas
inscripciones en relieve. Los textos de las inscripciones han variado con el
tiempo, partiendo de una primera época hasta el siglo XII aproximadamente, en
el que lo relevante era el origen de la campana que podía ser una donación
piadosa… A partir de esa fecha, se introducen oraciones y textos sagrados con
sentido protector, que se suman a las que indican propiedad u origen.
Alrededor de 1800, en la navegación con niebla se
comenzaron a utilizar campanas, gongs… Este método de transmitir sonidos se
venía utilizando desde la antigüedad. Fue un elemento importante tanto en
veleros como barcos de vapor para anunciar cambios de guardia y navegar entre
la niebla. Localizar la campana de un barco hundido es motivo de alegría al
llevar inscrita en la superficie metálica el nombre del barco, los astilleros y
el año de construcción.
En España las campanas más antiguas pudieran ser: la Wamba
de la Catedral de Oviedo, con fecha de fundición de 1219 y actualmente en uso,
y la votiva del abad Sansón del Museo de Córdoba, que tiene la forma de un gran
dedal con asa y lleva una inscripción del año 955 o 925.
Muchos refranes nos conducen a las campanas: «Echar
las campanas al vuelo» que es dar publicidad con júbilo a alguna cosa. «Oír
campanas y no saber dónde», que significa tener un conocimiento vago y confuso
de las cosas.
Noble oficio el de
campanero, lástima que se vaya perdiendo. La literatura lo recoge con el
personaje de Quasimodo de la pluma de Víctor Hugo, entre otros. Repicar las
campanas, doblarlas al viento y hacerlas cantar es más que un oficio, un arte.
No podía faltar una de las
tantas leyendas que giran alrededor de las campanas: En Madrid, en la iglesia
de San Pedro el Viejo, la misma en la que se venera a Jesús el Pobre, se habla
que los obreros encargados de elevar la campana a lo alto del campanario
mudéjar, no pudieron instalarla al comprobar que no cabía por las escaleras de
acceso a la torre. Como se hacía de noche se dejó para el día siguiente. La
sorpresa vino cuando a la mañana siguiente la campana comenzó a repicar. Nadie
se explica cómo la campana pudo subir a lo alto del campanario, ni quién o
quiénes fueron los artífices de esta hazaña. La campana que hoy puede verse es
más pequeña y data del año 1801.
Almanzor -del que se cuenta que nunca
conoció la derrota- asoló
la ciudad de Santiago de Compostela en el verano de 997, solo respetó la tumba
del apóstol. Cuenta la leyenda que los prisioneros cristianos fueron obligados
a cargar con las campanas del templo de Santiago hasta Córdoba. Dos siglos y
medio después, también entre el mito y la realidad se dice que las campanas
regresaron a Santiago a manos de prisioneros musulmanes capturados por Fernando
III «El
Santo».
Andrés Pajares en un
sketch, en la década de 1970 dijo más o menos:
Se comunica al
pueblo,
que por haberse roto
el badajo de la
campana,
se tocará con la cabeza del Emeterio.
Os imagináis la cabeza
oscilante del pobre hombre, golpeándose de un lado a otro y produciendo un
sonido binario.
Y ¿Quién no recuerda la imagen de una oveja con su
campana? Se colgaban en el cuello como
amuleto para ahuyentar a los lobos.
En el 2004 casi cien
templos iniciaron el Jacobeo con un repique de campanas, haciéndose patente en
las iglesias de Burgos, León y otros pueblos del Camino de Santiago.
Me encanta el repicar de
las campanas, con su sabor añejo, su lenguaje de tañidos.
¿Y a ti?
Rico y detallado artículo sobre las campanas. Genial.
ResponderEliminarMe alegra que te haya gustado. Un abrazo.
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