Había
una vez un matrimonio que tenía cinco hijos. La mayor era una chica; de tan
gran belleza, que era célebre en los pueblos de alrededor. Tenía más de veinte
años y nunca había tenido ningún pretendiente. Unos decían que era muy orgullosa;
otros, que era demasiado coqueta. Lo cierto es que no se sabía por qué, siendo
tan hermosa, ningún hombre se dirigía a ella.
Un día
que iba al bosque por leña, se le apareció el diablo. La muchacha no se asustó.
Por el contrario, se mostró con él muy amable y le preguntó por qué ningún
muchacho quería hacerla su esposa.
El
diablo se echó a reír y contestó:
—Yo sé
de un hombre que anda enamorado de ti. Si sigues mis consejos, tendrás pronto
un buen novio.
La
doncella contestó que estaba dispuesta a hacer todo lo que se le mandase.
Lo
primero que le impuso el diablo fue que matara a su padre. Al principio la
joven dudó, pues le parecía una condición demasiado cruel; pero al fin, cegada
por sus deseos, consintió en darle muerte.
Un día
que volvía a casa con su padre por la orilla del río, fingió tropezar con unos
troncos de árbol y empujó a su padre, logrando que cayera al agua. El padre
murió ahogado. En seguida se le apareció el demonio.
—Está
bien —dijo—; ahora haré con tu padre un precioso instrumento de música, que te ayudará
para conseguir un novio.
Y
haciéndolo como lo decía, convirtió a su padre en una caja de violín.
—Tendrás
que matar a tu madre, para hacer de ella el arco —dijo el demonio.
Aquella
condición le pareció imposible de cumplir. Pero un día que su madre estaba
junto al fuego, haciendo la comida, el diablo tentó de nuevo a la muchacha,
exigiéndole el sacrificio de la madre para conseguir su deseo. Ésta no pudo
resistir la tentación y empujó a su madre hacia el fuego. Se hizo unas
quemaduras tan graves, que pronto murió.
En
seguida se le apareció el demonio.
—Está
bien —dijo —. Con tu madre haré el arco para el violín; pero de nada te servirá
tener esto si el violín no tiene sus cuatro cuerdas. Para conseguirlas tendrás
que sacrificar a tus cuatro hermanos.
Una
noche, mientras dormían, decidió matarlos, y así lo hizo. Al momento se le
apareció el diablo, que transformó a los cuatro niños en cuatro cuerdas de
violín, pudiendo de esta manera completar este maravilloso instrumento.
—Ahora
tócalo —dijo a la doncella—, y verás cómo en seguida un hermoso joven te quiere
hacer su esposa.
Tan
pronto tuvo el violín en las manos, empezó a tocarlo. Era tan maravillosa y tan
dulce su música, que un hombre que pasaba se detuvo a escuchar. Al ver a la
linda muchacha que tocaba aquel extraño instrumento, se enamoró de ella. Ésta
le correspondió, pues el pretendiente era un hermoso joven.
La joven
se sentía feliz; no se acordaba para nada de sus padres y hermanos, y decidió
casarse enseguida.
La
víspera de su boda iba con su novio por el bosque, tocando el violín que le
diera el diablo, cuando de repente se le apareció éste. La joven, asustada, le
preguntó qué deseaba.
—Vengo
por ti y por tu novio —contestó— . Te di lo que querías, y ya lo tienes; ahora
ven a pagar tus crímenes.
Y
cogiéndolos por el brazo, se precipitó con ellos en el infierno.
Al poco
rato pasó por allí un gitano y vio en el suelo un extraño instrumento de
música. Era el violín que hiciera el diablo. Empezó a tocarlo, y fue tan
maravillosa su música, que en poco tiempo se hizo célebre en todo el mundo.
Los
gitanos lo tocan con verdadera pasión y creen a pies juntillas que sólo el
diablo pudo ser el inventor de su querido violín.
Fuente:
Antología de leyendas de la literatura universal de V. Garcia de Diego
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