Una de las obras más
importantes del arte del siglo XX. Pintado en París entre los meses de mayo y
junio de 1937 por Pablo Ruiz Picasso. Representa el sufrimiento con que la
guerra azota a los seres humanos, mostrando un rechazo absoluto a todas las
guerras. Es un documento histórico con muchas heridas abiertas. Salvo el título
no tiene ninguna referencia concreta al bombardeo de Guernica ni a la guerra
civil española.
Si nos posicionamos frente a
El Guernica vemos un óleo sobre lienzo de lino y yute, en tonos blancos, negros,
y variada gama de grises, dentro de una estructura semejante a un tríptico.
A la izquierda del cuadro un
toro. Picasso era muy taurino. El cuerpo
oscuro, la cabeza blanca, se muestra impasible ante lo que ocurre a su
alrededor. Se cree que representa al bando nacional.
Bajo el toro, la madre con su
hijo muerto, la cara hacia el cielo, lengua afilada y los ojos en forma de
lágrima. Los ojos del niño carecen de pupila. Desgarro, dolor, sufrimiento.
Situada entre el toro y el
caballo aparece una paloma, solo está trazada su silueta. Tiene un ala caída,
la cabeza hacia arriba y el pico abierto. La relación entre la paloma y la flor
que sostiene el soldado muerto podría ser una forma de incluir a su mujer a la
que escribía y pintaba estos dos símbolos, o tal vez podría significar un rayo
de esperanza, o un símbolo de la paz rota.
El caballo se cree que representa
al bando republicano. Al estar la escena central focalizada en el caballo en
forma piramidal, podría simbolizar a las víctimas inocentes de la guerra, o
también un guiño a los barrocos. Y cabe la posibilidad de que el caballo sea
una yegua.
El soldado muerto con un
brazo extendido, y el otro sosteniendo una espada rota y una flor, junto con el
rol de la mujer como víctima, como madre, parecen ser los verdaderos protagonistas
del Guernica.
El toro, la paloma, el
caballo, el soldado muerto, la madre con su hijo muerto, la bombilla, la mujer
arrodillada, la mujer del quinqué, la casa en llamas, la mujer o quizás un
hombre implorando, la flecha oblicua…, todos son símbolos.
Aristóteles afirmaba que no
se piensa sin imágenes. Y que el pensamiento y la simbología constituyen las
más evidentes manifestaciones de la inteligencia. Debo reconocer humildemente
que a mí se me escapan muchos de sus significados. No creo que sea fácil
acertar pues los símbolos pueden ser simples, complejos, oscuros, obvios...
Quizás todo el conjunto sea la forma artística del autor de decir: «Basta de
guerras».
Otro hecho relevante es que
Picasso lo ubica en un interior, cosa extraña en un bombardeo. Quizá tenga que
ver con la búsqueda de un refugio, o que la guerra nos afecta a todos por
dentro. La altura está a ras del suelo como si invitara al espectador a
adentrarse en ella, potenciando la sensación de empatía.
Ante las miles de teorías que
este cuadro genera no sería mala idea dotarlo con nuestra propia imaginación,
ya que hay opiniones dispares para todos los gustos. Lo único verdadero es que
su valor artístico está fuera de discusión.
El encargo fue un proyecto
republicano para la Exposición Internacional de París en 1937. Es la primera
obra en la que Picasso se posiciona a nivel político. En este momento el
artista se está alejando del cubismo para experimentar con el surrealismo. El
cuadro tiene una potente influencia del cine. Su vida personal, en aquel
momento, era un tanto complicada con tres mujeres a su alrededor: su esposa
Olga; Marie-Thérèse, madre de su hija Maya, y su amante Dora Maar.
Picasso decidió que el cuadro
permaneciera fuera de España hasta que no se restaurara la democracia. Gracias
a la factura se pudo recuperar ya que había sido pagado por el Gobierno de la
República y pertenecía al Gobierno Español. El cuadro no llegó a Madrid hasta
1981. Estuvo en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (Moma) durante cuarenta
años, a su regreso estuvo en el Casón del Buen Retiro y luego fue llevado al Museo
Reina Sofía, donde hoy se puede contemplar.
A
este cuadro se le considera el último exiliado.
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