Los Reyes Magos son mis
amigos. Uno más que los otros dos. Baltasar es mi preferido. Tenemos el mismo
color de piel. Por eso la carta va dirigida a él y se la entrego en mano a los
pajes reales, que me preguntan si me he portado bien, si estudio, si no digo
palabrotas. Con la cabeza asiento a las dos primeras y a la última digo no.
La lista de juguetes llena
dos hojas, más vale pedir mucho que poco. De todo lo que pido ellos van a
elegir uno, eso me lo contó mi padre, y desde entonces, para que no se
equivoquen repito unas diez veces lo que en verdad quiero que me traigan, lo
que más me gustaría tener. Unas veces se enteran, otras se despistan.
Tampoco falto a la Cabalgata
que se hace en el pueblo y Baltasar me mira con cariño, sonríe de oreja a oreja
y me tira caramelos. Se parece un poquito a mi padre que nunca puede
acompañarnos porque trabaja en dos lugares. A lo mejor, dice mi madre, Baltasar
nació en África como nosotros.
La tarde de Reyes anunciaba
lluvia y mamá decidió llevar su paraguas amarillo, el que tiene una varilla
rota. Me dijo que lo abriera y lo pusiera del revés. Recogí caramelos para todo
el año. Llegamos a casa empapados porque lo que servía para no mojarnos se
utilizó para otra cosa. Lástima que no llueva todos los años.
Nada más llegar a casa, tomo
de prisa la sopa que no me gusta, dos albóndigas que quedaron de esta mañana y
un vaso de leche. Mi mamá me ayuda a poner pienso y agua para los camellos; una
cafetera hasta los bordes de café bien fuerte, tres tazas y tres trocitos de
bizcochos para que los Reyes Magos espabilen y no se equivoquen con los
regalos. Voy corriendo hacia la cama, me tapo hasta la cabeza y al minuto estoy
dormido.
A los Reyes les gustó el
bizcocho. No quedó nada. Todito se lo comieron. Esta vez me trajeron lo que
quería y un juguete más. Este nuevo año me portaré mejor que nunca, porque
estoy seguro de que anoche oí el gruñido del camello de Baltasar en mi oreja, y
también sentí un beso que me dio mi rey favorito en la frente.
Mi madre dice que lo que uno
cree es la pura verdad.
© Marieta Alonso Más
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