¡No debo tener miedo!
¡No debo tener miedo!
No debo tener miedo!
Lo tengo.
Desde niño, en noches de tormenta, oigo gritos pidiendo ayuda, los relámpagos son cuchillos plateados que intentan
traspasar mi ventana y de madrugada escucho el crujir de los suelos de madera.
Hay susurros en los rincones y fantasmas que juegan a las cartas.
Hoy es distinto el silencio
lo cubre todo. Solo un leve movimiento de una cortina de cretona. Me hace
sentir que oculta algo más que mis temores de siempre. No es una pesadilla, no
es un sueño, no es ese miedo que me atenaza siempre, porque veo la punta
brillante de un zapato negro que de vez en cuando surge como un aviso
siniestro.
Me ovillé bajo la almohada.
Esa fue el arma que utilizó el asesino.
© Marieta Alonso Más
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