El amor,
por no tener
geografía,
no conoce límites.
Truman Capote
Aunque las cigüeñas son las
protagonistas de la ciudad de Alfaro desde los tejados de la Colegiata de san
Miguel Arcángel, el amor, ese sentimiento universal, está presente en cada
rincón de esta bonita ciudad.
Hay una tumba vertical en
Alfaro en uno de los pasillos del camposanto, justo a espaldas de la ermita de
San Martín, que da lugar a la «leyenda del enamorado».
Es una historia que tiene
protagonistas y fechas, en 1869 José Mauleón y Giménez, hijo de un
terrateniente de Mendavia, se enamoró de una joven cubana, sirvienta de los
señores Sáenz de Heredia y Suárez de Argudín.
Pese a las diferencias
sociales que le separaban, Mauleón no dudó en expresar su amor, tanto en vida
como más allá de la muerte.
Ella contrajo viruela y
murió. Contagiado por la enfermedad, el enamorado José falleció poco tiempo
después. Pero antes de morir dejó un mandato, su última voluntad, a su cuñado,
el alfareño González de Santacruz: quería ser enterrado de pie frente a la
tumba de su amada para poder velarla durante toda la eternidad.
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