Mamá,
papá os escribo por última vez.
No
es una carta cualquiera. Tengo pensado suicidarme. Moriré con honor contando
con que la soga no se rompa, la pistola funcione o el precipicio lo tenga a
mano.
Me
veo forzado a tomar esta decisión. Nadie me quiere. A mis once años compruebo
que las chicas son crueles. Me acerco y en mi propia cara hablan de lo pesado
que soy.
No
tengo amigos. Los que vienen a mí es para copiar de mis apuntes. No se los doy…
que se esfuercen como hago yo.
¿Por
qué no venís a verme? Siempre tenéis muchas obligaciones. Os echo de menos. ¿Por
qué discutís tanto? ¿Es por mi culpa? La abuela me ha dicho que tenéis que
arreglar muchas desavenencias y que los divorcios no son fáciles. Os recuerdo, que los niños deben vivir con sus
padres.
Cada
vez que os veo me presentáis una nueva pareja. He hecho un croquis para llevar
la cuenta y así saber cuál será la relación más duradera.
… 0 ...
Interrumpo
mi escritura. El abuelo ha entrado en
Hijo,
el suicidio puede esperar, déjalo para más adelante. No, mucho mejor; si te
parece nos suicidamos juntos, yo te diré la fecha. Pero, hoy, tu abuela, que tiene
el don de la oportunidad, me ha enviado a buscarte para ir al pueblo a tomar juntos
una hamburguesa con patatas fritas y un helado. Y esta tarde nos podríamos ir
de pesca. ¿Qué te parece?
Lo
doy un abrazo de oso. Hoy será un buen día, siempre pesco más que el abuelo. Me
pongo la cazadora mientras le veo que se entretiene en romper la carta.
©
Marieta Alonso Más
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