A sus 17 años, salió de
Venecia, su hogar, para emprender un largo viaje a Oriente.
El comercio de las especias,
fue una actividad humana fundamental en Occidente. Se cultivaban en Oriente y
de allí había que traerlas en las épocas medievales.
Su importancia era básica en la nutrición pues, además, de condimentar los alimentos y conseguir que determinados productos tuvieran mucho sabor servían para su conservación.
También se utilizaban como medicina natural y para fabricar productos de perfumería.
Fueron un artículo de lujo. El transporte desde tierra tan lejanas encarecía
enormemente el producto.
Marco Polo en su libro de las
maravillas, que alcanzó gran éxito en la época anterior a la invención de la
imprenta, habla en numerosas ocasiones de las especias. Cuenta cómo las
utilizaban y nombran las siguientes: almizcle, canela, jengibre, cinamomo, ajos,
azúcar, sal, pimienta blanca, pimienta negra, nuez moscada, clavo, alcanfor,
sándalo…
Y también describe que en la
zona limítrofe con Georgia hay una fuente de la cual mana aceite en abundancia,
de tal suerte que pueden cargarse cien naves a la vez, pero no es comestible
más bien combustible y sirve para ungir los camellos contra la tiña y el
forúnculo. Los hombres vienen de muy lejos a recoger este aceite y en toda la
comarca no se quema más que esta sustancia.
Esta es la primera referencia
al petróleo, en el capítulo XXII, del Libro de las maravillas.
Después de 24 años de
ausencia Marco Polo regresó a Venecia. Nada reconocía, a nadie conocía, había
olvidado hasta la lengua veneciana que la hablaba como lo haría un turco. Llamó
a la puerta de su hogar y debido a los harapos fue arrojado a la calle como a
un mendigo, pero bajo esa vestimenta tan humilde, había muchas joyas y en el
puerto el barco esperaba con seda, cerámica, objetos de oro, plata y bronce,
especias y mercaderías de gran valor… Aquello convenció a su familia. Marco
Polo, al fin, pudo entrar en casa.
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