-Yo, Jaime, marqués de Aguileras y San Frutos puedo jurar y juro lealtad al Rey de la Selva y defenderé su vida con mi espada. Nadie podrá sellar mi boca ni amordazar mi lengua cuando tenga que enfrentarme al mundo en aras de esta especie animal.
Un gran rugido tronó entre la muchedumbre.
Y Jaime se despertó sobresaltado. Su corazón iba corre que te corre, hasta que comprendió que estaba a salvo en su habitación. No por mucho tiempo porque sobre su almohada estaba el murciélago vampiro que le seguía a todas partes y que aún no había podido quitárselo de encima a pesar de tener en su alforja, una rosa con espinas, un diente de ajo y agua con azufre. Ni con todo esto se iba de su lado porque según decía el horroroso bicho: a un amigo no se le abandona nunca.
Hacía quince días que en una noche de niebla un hombre se apoyó en el alféizar de su ventana y pidió a Jaime que le dejase entrar. Éste sintió remordimientos porque él estaba tan calentito en su cama y aquél hombre flaco, pálido, con uñas largas, los dientes caninos luengos y puntiagudos y con un aguijón en la punta de la lengua estaba temblando de frío. En su casa, en el colegio, siempre estaban con eso de que hay que compartir y un poco renuente por lo feo que era le abrió la ventana.
Por educación le preguntó su nombre y le contestó que era un hombre vampiro con la virtud de transformarse en lo que se le ocurriese.
-¿Entonces no tienes un nombre propio?
-No. Soy un vampiro.
-¿Podría ponerte un nombre?
-Bueno, no creo que eso me haga daño.
-Entonces serás Lucas, el murciélago.
Dicho y hecho. Aquel hombre tan feo se convirtió en un murciélago vampiro. El único mamífero volador que duerme durante el día en total oscuridad suspendido cabeza abajo desde los techos. Jaime pensó que tener una mascota tan exótica le daría un gran prestigio entre los compañeros de colegio, así que le ofreció unas galletas de chocolate y cola-cao pero el animal despreció su ofrenda. Él era un chupa sangre.
Jaime reculó cuando le oyó. Y él sonriendo le dijo:
-A ti jamás te haré daño. No me comprometo a decir lo mismo con el resto de los humanos.
Al día siguiente Jaime escondió al murciélago en su mochila. Ya en el colegio a cada amigo le contó su secreto y a la hora del recreo se fueron a una esquina del patio, la zona más oscura que pudieron encontrar para enseñar su trofeo, pero cada vez que un amigo abría un poco la mochila el murciélago introducía su aguijón. Lo que se dice doler no les dolía el pinchazo pero a todos les quedó un agujerito en el brazo. Del susto salieron corriendo. Este fue el motivo que desde ese momento ninguno de sus compañeros quiso estar al lado de Jaime.
Ya estaba harto de su nueva mascota. Llevaba dos días sufriendo “la guerra fría” de sus compañeros que ni por asomo se acercaban a él. Cuando la maestra quiso averiguar qué sucedía, por qué Jaime estaba solo en su pupitre sin nadie alrededor, él le contó lo sucedido. Ella pensó que eran imaginaciones de Jaime así que abrió, la mochila y recibió el aguijonazo. Se quedó un minuto pensando qué se podía hacer y enseguida sonriendo dijo que la siguieran. Todos se fueron a la capilla del colegio y ella tomando agua bendita roció toda la mochila, luego cada niño puso su gota de agua hasta que ésta quedó empapada. Con gran precaución abrieron la mochila y cuál no sería la sorpresa de todos cuando en vez del murciélago asomó la cabeza un cachorro de perro precioso que lo primero que hizo fue lamerle las manos a Jaime y darle un mordisco a la profesora.
-Lucas ¿por qué eres tan malo?
-Es mi condición. Pero si me prometes no abandonarme nunca me portaré lo mejor posible. Yo, a cambio, te prometo que jamás nadie podrá hacerte daño o tendrá que vérselas conmigo.
Precioso Marieta. Mañana se lo leo a Jaime. Seguro que le encanta
ResponderEliminar¡Hola compadres! Me alegra que os haya gustado. A ver qué dice Jaime. Un beso. Marieta
EliminarMuy bueno!!! Como siempre en tu línea de humor negro. Me gusta.
ResponderEliminarCarmen Dorado
Acabo de leer tu comentario. Me alegra mucho que te guste el cuento de Jaime. Te habrás percatado que ya los vampiros no son como los de antes. Un beso. Marieta
Eliminar!Qué bueno! No puedes dejar de leer hasta el final. Te atrapa hasta la última línea.
ResponderEliminar¡Ah! ¡Te gustan los vampiros! Ten cuidado no aparezca alguno en la mochila de Pablo. Un beso. Marieta
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