Es sinónimo de
opulencia y derroche.
Ocurrió que a
principios del siglo XIX en un pueblo de Salamanca, llamado Candelario y famoso
por la calidad de sus embutidos, vivía un choricero llamado don Constantino
Rico, conocido también por El tío Rico, que tenía un taller de embutidos en los
bajos de su casa.
Un día alguien que trabajaba en el taller tenía tanta prisa y
trabajo, que ató a su perro para que no interrumpiese la faena, con una rastra
de longanizas a un banco.
Entró por allí un
muchacho que vio al perro y divulgó por todo el pueblo el hecho de que en casa
del tío Rico se ataban los perros con longaniza.
La frase se popularizó. También se suele usar
para sugerir que alguien no se haga ilusiones: No creas que allí atan los
perros con longaniza.
Hay un cuadro de Ramón Bayeu
y Subias, pintor y grabador español, cuñado de Francisco de Goya, que se titula “el choricero” y se encuentra en
los depósitos del Museo del Prado. Realizó numerosos cartones para la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara.
"El choricero" Ramón Bayeu y Subias Museo del Prado. Madrid |
Fuentes:
Suplemento de Muy interesante. El libro de los Dichos, El pequeño Larousse Ilustrado 1996,
Wikipedia, la enciclopedia libre
Qué interesante!!! No sabía de donde provenía ese dicho tan popular. Gracias Marieta por descubrírmelo.
ResponderEliminarNo te acostarás sin saber algo más. Gracias a ti por leer mi blog.
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