Altamira Bisonte del panel principal |
Me llaman Jiribilla por lo
inquieta que soy. Mi mamá murió de parto pero eso no fue un problema para mí
porque en la cueva todas las mujeres atienden a los niños y cuando tenía
hambre, la que estaba más a mano me daba de mamar.
Nuestro hogar está por aquí,
por allá, según la estación del año. La obligación de los papás es matar
animales y traer comida. A los niños siempre se nos trata con mucho cariño y
los juegos son la forma práctica de enseñarnos a vivir. Ayudamos a las mamás a
recoger todo lo que la tierra nos brinda. Somos libres siempre y cuando no nos
alejemos de las mujeres. El regreso de los cazadores es una fiesta y aunque da
mucho trabajo desollar las piezas, cantan y bailan mientras lo hacen.
A medida que van
transcurriendo los años cada uno de los pequeños vamos ocupando el lugar que
nos corresponde.
Mi hermana mayor cruzó el
umbral de la pubertad y se unió a un joven que es un gran cazador pero de pocas
palabras. Ella en cambio no para de hablar, él la escucha. Le demuestra que la
respeta y aprecia compartiendo con ella el mejor trozo de carne. Y ella lo
comparte conmigo porque siempre voy de su mano.
En sus ratos libres me cuenta
cuentos. Son historias de nuestra abuela a la que le gusta hablar mucho, como a
mi hermana y a mí, pero ella, además se inventa muchos relatos. Y mi abuela la
mira y sonríe. Cuando ocurre algo de interés en nuestro clan ella lo describe
de tal manera que es como si nadie hubiese vivido ese momento y… todos
estábamos allí. A veces no sabe cómo acabar una historia y me deja que lo haga
yo.
Un día, su hombre, tras una
cacería, le trajo la piel de un bisonte y le dijo que no lo utilizara para
vestido, ni de bolsa para el transporte de nuestras cosas, ni para almacenar
alimentos, que la usara para marcar en ella mediante signos lo más importante
de su vida juntos.
Ahora se pasa los ratos
libres dibujando en la piel. Los ancianos cuando se enteraron pidieron a los
jóvenes que cuando fuera posible le trajeran pieles para que escriba la
historia y las hazañas de nuestro pueblo, no sea que con los años se olviden.
Pero en cierta ocasión uno de ellos le trajo una piel y le dijo que hiciera un
cuento sobre su hija, a la que llaman Abalorio por la gran cantidad de adornos que
lleva de la cabeza a los pies.
Ya tiene tantas pieles que
las va amontonando en el fondo de la cueva y ha hecho una lista con todos los
cuentos que tiene que dibujar. Yo soy su ayudante y le doy muy buenas ideas,
como la del origen del fuego y de la tierra, la historia del primer hombre que
se puso en pie, la pérdida de la época de celo, para estar siempre dispuestos,
yo no sé para qué tenemos que estar dispuestos, pero es lo que oigo decir. Y
así muchas, muchas, más historias de las que nadie cabe imaginar.
Aún no se lo he dicho a mi
hermana pero cuando yo sea mayor…
¡Quiero ser cuentista!
© Marieta Alonso Más
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