Después
de más de cuarenta años cerrada por un largo debate para su restauración y
gracias a la aportación económica de la Comunidad y la Fundación Cajamadrid,
por fin se abrió hace ya algún tiempo, la mejor muestra del escaso patrimonio gótico-renacentista
que tenemos en nuestra Villa y Corte: la Capilla del Obispo, sita en la Plaza
de la Paja, en pleno corazón del viejo Madrid.
Formando
ángulo con el palacio de Francisco de Vargas, consejero de los Reyes Católicos
y privado de Carlos V, hoy ocupado por un centro de estudios, la manda edificar
en el siglo XVI, su hijo don Gutierre, obispo de Plasencia, con la intención de
que sirviera de magnífico enterramiento de San Isidro, patrono de Madrid,
servidor de su antepasado Iván de Vargas y, por tanto, muy vinculado a la
familia. En ella permaneció durante muchos años el venerado cuerpo incorrupto
del Santo hasta que los clérigos de la parroquia de San Andrés, indignados por
lo que ellos consideraban un expolio, reclamaron al Papa, y al fin consiguieron,
su devolución, cerrando con grueso muro la puerta que comunicaba ambos
edificios.
Tomó
entonces la Capilla la denominación eclesiástica de San Juan de Letrán,
destinada a panteón familiar pero con sacerdotes y oficios religiosos propios.
Es entonces cuando don Gutierre encarga a Francisco Giralte, uno de los mejores
discípulos del gran imaginero Berruguete, el grandioso retablo del altar mayor,
profusamente ornamentado al estilo naturalista, con esculturas muy realistas, muy expresivas, un tanto
contorsionadas al estilo de Berruguete pero dulcificadas por Giralte, que narra
diversos episodios de la vida y muerte de Jesús.
También
de Giralte es el bellísimo cenotafio del Obispo Gutierre de Vargas y Carvajal,
labrado en alabastro, en actitud orante, que destaca sobre sobrio muro como
joya única y los sepulcros a ambos lados del altar mayor de sus padres,
Francisco de Vargas e Inés de Carvajal.
Está
documentado que Giralte tardó más de cinco años en realizar su trabajo y quedó
tan encantado que no volvió a Valladolid, estableció casa y taller en la
cercana Carrera de San Francisco y permaneció en Madrid hasta su muerte.
Destaquemos
la cúpula gótico-plateresca, decorada con pan de oro y pinturas, y serie de
vidrieras policromadas con efigies de Jesús, María y diversos personajes
evangélicos. Asimismo magnífica, la puerta de entrada a la capilla desde el
pequeño claustro renacentista, labrada en nogal, representa escenas bíblicas y
es obra de Francisco de Villalpando.
El
culto, conservación y cuidado de la capilla han sido encomendados a una orden
religiosa de origen francés poco conocida, Las Hermanitas del Cordero, han
formado un coro de varias voces que suena a gloria cuando cantan en las misas
de sábados y domingos a las 12.30 horas (el resto de la semana la misa es a las
19:30 horas).
La capilla permanece cerrada fuera de las horas de culto pero,
según me comentó la hermana Isabel cuando fui a visitarla:
- Se abre media hora antes de la misa. Con respeto y silencio se puede contemplar su belleza en las horas de culto.
- Se abre media hora antes de la misa. Con respeto y silencio se puede contemplar su belleza en las horas de culto.
Hermosa,
a la vez antigua y reciente iglesia que hace patente el concepto de todos los
artistas imagineros, manifestar su fe en su trabajo respondiendo a la idea de
que:
La belleza es clave privilegiada para el encuentro con Dios.
Fotos: Wikipedia, la enciclopedia libre
La Capilla del Obispo por Mª Isabel Martínez Cemillán se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.
La belleza es clave privilegiada para el encuentro con Dios.
Fotos: Wikipedia, la enciclopedia libre
La Capilla del Obispo por Mª Isabel Martínez Cemillán se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.
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