No
sé dónde está el vacío, si en la playa o en mí.
Salgo
a caminar por la arena cuando aún el sol está intentando despertarse. Me
ahogaba en casa y no había agua, en cambio en el mar logro respirar.
Descalza
piso con fuerza la arena. Mis dedos tropiezan con guijarros, conchas, piedras.
El
sonido del mar me habla de vida, de energía, de los seres que habitan en sus
profundidades.
Me
pregunto si esos seres tendrán una vida rutinaria.
El
agua va cubriendo mis tobillos. Las tonalidades del mar siempre me han llamado
la atención. Me gustan esos tonos verdes y azules que van cambiando a medida
que me sumerjo.
Me
pregunto si esos seres piensan alguna vez en cambiar de habitat.
Siento
en la piel, en la garganta, la frialdad del agua. Apacigua mis pensamientos.
Varios
de esos seres nadan a mi alrededor. Han formado un bloque que no me permite continuar
hacia su mundo, con las manos intento alejarlos y no puedo. Me acarician con su
roce, me dejo llevar, me van dando la vuelta, me empujan hacia la orilla. Piso
de nuevo la arena con fuerza.
Me
pregunto si esos seres han sido capaces de intuir lo que ni tan siquiera me
había planteado.
© Marieta Alonso Más
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© Marieta Alonso Más
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