Cuando Felipe II, en el
siglo XVI, eleva Madrid a capital del Reino, Villa y Corte, el pequeño «poblachón
manchego»,
se convierte rápidamente, mejorando en importancia, dinero e industria, pero
sigue conservando, incluso consolidando, lugares y calles consagradas y
específicas, como por ejemplo: las Cavas, Alta y Baja.
Cavas, eran las minas que
los árabes habían realizado para entradas y salidas desde la villa hasta fuera
de las murallas, utilizadas como vía de escape en periodos de guerras, entonces
muy frecuentes.
La Cava Baja, prestigiosa, tradicional,
una de las más típicas, pintorescas y curiosas de la Corte, en su inicio, junto
a Puerta Cerrada, estaba situada la Alhóndiga o Pósito, gran silo en el que se
almacenaba y comerciaba el grano hasta que en el siglo XVII se traslada a la
calle de Alcalá, pero lo más importante es que era el lugar de llegada y
partida, trasiego y parada, de la vida trajinante de España, viajeros,
arrieros, labriegos, comerciantes, entraban por la puerta más transitada de las
viejas murallas, la Puerta de Moros, a caballo, en carretas de mulas,
diligencias, y cualquier medio de transporte.
En 1868, el Marqués de
Cubas, entonces alcalde de Madrid, viendo la gran afluencia, decide levantar
una zona de alojamientos que será demolida y reconstruida a principios del
siglo XX con paradas fijas establecidas para las diligencias de la Compañía de
Postas, y grandes posadas, muy solicitadas por los habituales comerciantes de
la Plaza de la Cebada y del Rastro y de todo el trasiego campesino que entraba
procedente de Toledo y Extremadura.
Cava Baja, la calle de las
posadas históricas, tan nombradas, tan utilizadas hasta bien entrado el siglo
XX, edificadas en estilo de corralas, tan habituales en aquella época, con habitaciones para las personas, gran
patio de reunión donde se negociaba y «chalaneaba»,
cuadras para mulas y caballos, grandes espacios para «aparcar»
carros y carretas, incluso, en alguna, jaulas para las fieras de los muchos
circos ambulantes que arribaban a Madrid en los festejos populares.
La Cava Baja, tan
madrileña, tan castiza, repleta de mesones, sigue siendo casi tan popular como
antaño y conserva no solamente el recuerdo de sus antiguas posadas sino la
presencia de dos de ellas: «La Posada del León
de Oro»,
que aunque comienza su actividad en 1880, el edificio databa del siglo XVII, el
más antiguo de la calle y la familia que lo regenta, lleva haciéndolo durante
cinco generaciones, cuidándola y transformando «al
sabor de los tiempos». En la última restauración, apareció un gran
trozo de la muralla cristiana, que han tenido el buen gusto de conservar
visible bajo el suelo cubierta por cristal.
Y también, hoy refinado y
confortable hotel, «La Posada del Dragón»,
que debe su nombre al antiguo símbolo de Madrid que aún figura en una torre del
edificio del antiguo Ayuntamiento, en la Plaza de la Villa, un peculiar dragón con simbólicas orejas de
perro, abultado pecho y cola de serpiente, fidelidad, abundancia y prudente
astucia, y también estaba grabado en la vieja Puerta de Moros, tan cercana a la
Posada, dándole nombre.
Afortunadamente, aún se
conservan algunos establecimientos centenarios de la Villa y Corte. Continuaremos.
© Isabel Martínez Cemillán.
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