Testigo silencioso desde tiempos medievales, se encuentra sobre
el río Moldava, y es el más antiguo de Praga. Nos lleva desde la Ciudad Vieja a
la Ciudad pequeña, los dos barrios más importantes de Praga. Pasear por ellos
es adentrarse por calles empedradas, recrearse con el colorido de las casas,
con carteles que te hacen pensar en épocas remotas.
Se
construyó después de que el viejo puente románico de Judith ‒esposa del rey
Ladislao I‒ se destruyera a causa de una inundación en 1342.
El
puente Carlos tiene una longitud de quinientos dieciséis metros y la anchura es
de casi diez metros, se encuentra apoyado sobre dieciséis arcos. Está protegido
por tres torres. La ubicada en la cabecera de la Ciudad Vieja está considerada
como una de las más impresionantes de la arquitectura gótica mundial. El Puente
tuvo en su día cuatro carriles destinados al paso de carruajes, actualmente es
peatonal.
Comenzó
a construirse en 1357 y fue finalizado en 1402. La primera piedra la colocó el
rey Carlos IV a las 5:31 horas de la madrugada del 9 de julio. Un grupo de
astrólogos asesoraron al monarca y le convencieron de que esas eran la hora y
la fecha precisas para hacerlo, porque si juntamos todos esos números
obtendremos un palíndromo capicúa de dígitos impares ascendentes y descendentes
que coincide con la siguiente sucesión de cifras: 135797531. Así el puente
sería mucho más sólido y resistente, pensaron.
Fue
construido con arenisca de Bohemia, y se piensa que el mortero utilizado para
unir las piedras se ligó con huevo. Aunque no hay datos que corroboren esa
creencia, sí se sabe que se utilizó algún material orgánico. También recomendaron
alinearlo con la tumba de San Vito y con la puesta de sol del equinoccio.
A lo
largo del puente encontraremos treinta estatuas, en su mayor parte de estilo
barroco, situadas a ambos lados, muchas de las cuales son copias ya que las
originales se encuentran en el Museo Nacional de Praga. La primera estatua data
de 1683, la de San Juan Nepomuceno, que fue tirado al río en 1393 por orden de
Wenceslao IV y en el siglo XVIII fue santificado. Cuenta la leyenda que, si
tocas una placa que hay sobre su base, el santo te concederá un deseo y
regresarás a Praga.
Es un
sitio muy transitado de día y de noche. Durante el día te tropezarás con puestos de
artistas intentando ganarse la vida, por la noche con el castillo de Praga
iluminado como telón de fondo, nos hace soñar.
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