jueves, 14 de octubre de 2021

Julia de Castro: A prueba de fuego de Javier Moro

 



En esta novela, la voz de Guastavino hijo nos acerca a la vida, tanto pública como privada, del “arquitecto de Nueva York”, Rafael Guatavino. 

Valenciano bautizado así por el The New York Times por su trabajo en la ciudad de los rascacielos, donde tanto él como su hijo Rafael, han dejado su huella en innumerables y espléndidas obras, cerca de 360, entre ellas: la Estación Gran Central, la entrada del Carnegie Hall, el gran hall de la isla de Ellis, parte del metro, el puente de Queensboro, la catedral de San Juan el Divino o el Museo de Historia Natural, así como otras más de 600 en EE.UU.

Además de cómo se gestaron sus grandes obras, conoceremos como consiguió reunir el dinero para cruzar el charco a través de una estafa de pagarés, que no le permitió volver a España. Dejó Barcelona en 1881 cuando su nombre era conocido y respetado en la ciudad después de la construcción de obras como la fábrica Batlló, para arribar a una ciudad en expansión en una época de máxima agitación.

Guastavino, que se dio a conocer como especialista en construcciones resistentes al fuego fundó la Guastavino Fireproof Constructios en 1889 y colaboró con los grandes arquitectos del momento.

Me ha resultado muy interesante esta lectura sobre la vida del arquitecto que, más parece una montaña rusa que la trayectoria de un profesional de la arquitectura y la construcción. Sus relaciones amorosas; sus continuas empresas fallidas y bancarrotas fruto de una nula visión para los negocios; la dolorosa separación de sus hijos que hace que se aferre a Rafael, el único que le queda a su lado; la generosidad y la afición a gastar dinero en cuanto se veía con algo en los bolsillos. Tengo que reconocer que conocía muy poco de la vida de Guastavino más allá de los edificios más representativos y eso, gracias a que tengo una arquitecta en casa, pero hay mucho más detrás del nombre.

Cientos de patentes constructivas ponen de manifiesto la enorme contribución de los Guastavino a Nueva York y otras ciudades. Sus obras tienen como marca inconfundible la bóveda tabicada de ladrillo plano de origen árabe y larga tradición en el mediterráneo español. Se trataba de cubrir el techo con ladrillos colocados por su parte plana y unidos por la parte más estrecha mediante cemento. La gran ventaja de este sistema era: menores costes y su resistencia al fuego que había asolado las ciudades de Chicago y Boston. Su gran logro fue agrandarlas para albergar monumentales edificios públicos usando un tipo de cemento más ligero e igualmente ignífugo.

Gracias a la defensa y la conservación de los edificios históricos de la ciudad en la que participaron movimientos sociales, Guastavino fue redescubierto en 1970 por los neoyorquinos.


 © Julia de Castro

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