En esta novela, la voz de Guastavino hijo nos acerca a la vida, tanto pública como privada, del “arquitecto de Nueva York”, Rafael Guatavino.
Valenciano bautizado así por el
The New York Times por su trabajo en la ciudad de los rascacielos, donde tanto
él como su hijo Rafael, han dejado su huella en innumerables y espléndidas
obras, cerca de 360, entre ellas: la Estación Gran Central, la entrada del
Carnegie Hall, el gran hall de la isla de Ellis, parte del metro, el puente de
Queensboro, la catedral de San Juan el Divino o el Museo de Historia Natural,
así como otras más de 600 en EE.UU.
Además de cómo se gestaron
sus grandes obras, conoceremos como consiguió reunir el dinero para cruzar el
charco a través de una estafa de pagarés, que no le permitió volver a España.
Dejó Barcelona en 1881 cuando su nombre era conocido y respetado en la ciudad
después de la construcción de obras como la fábrica Batlló, para arribar a una
ciudad en expansión en una época de máxima agitación.
Guastavino, que se dio a
conocer como especialista en construcciones resistentes al fuego fundó la
Guastavino Fireproof Constructios en 1889 y colaboró con los grandes
arquitectos del momento.
Me ha resultado muy
interesante esta lectura sobre la vida del arquitecto que, más parece una
montaña rusa que la trayectoria de un profesional de la arquitectura y la
construcción. Sus relaciones amorosas; sus continuas empresas fallidas y
bancarrotas fruto de una nula visión para los negocios; la dolorosa separación
de sus hijos que hace que se aferre a Rafael, el único que le queda a su lado;
la generosidad y la afición a gastar dinero en cuanto se veía con algo en los
bolsillos. Tengo que reconocer que conocía muy poco de la vida de Guastavino
más allá de los edificios más representativos y eso, gracias a que tengo una
arquitecta en casa, pero hay mucho más detrás del nombre.
Cientos de patentes
constructivas ponen de manifiesto la enorme contribución de los Guastavino a
Nueva York y otras ciudades. Sus obras tienen como marca inconfundible la
bóveda tabicada de ladrillo plano de origen árabe y larga tradición en el
mediterráneo español. Se trataba de cubrir el techo con ladrillos colocados por
su parte plana y unidos por la parte más estrecha mediante cemento. La gran
ventaja de este sistema era: menores costes y su resistencia al fuego que había
asolado las ciudades de Chicago y Boston. Su gran logro fue agrandarlas para
albergar monumentales edificios públicos usando un tipo de cemento más ligero e
igualmente ignífugo.
Gracias a la defensa y la
conservación de los edificios históricos de la ciudad en la que participaron
movimientos sociales, Guastavino fue redescubierto en 1970 por los
neoyorquinos.
Mi invierno en libros
Enero 2021
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