Allá por 1816 en el cuento
«El cascanueces y el rey de los ratones», E. T. A. Hoffman escribió que: el árbol de Navidad se decoraba con muchas
manzanas doradas y plateada, que de todas sus ramas brotaban, como capullos,
mil y una almendras azucaradas, bombones de colores y otros dulces
maravillosos.
En un principio solo se
colgaban: frutas, dulces, nueces, huevos, obleas, velas... Las manzanas
simbolizaban el pecado original y las velas la luz del mundo, la luz de Jesús.
Fue a partir de 1848 cuando
en Lauscha, en la región alemana de Turingia, los sopladores de vidrio de esa
localidad idearon las esferas navideñas. Durante muchos años, esta ciudad fue
el principal productor de adornos navideños del mundo.
No había límite para las fantasías:
creaban pájaros, delicadas ánforas, trompetas, la estrella en la punta del
árbol recordando la estrella de Belén. Años después se agregaron los juguetes
bajo el árbol, traídos por los Reyes Magos, san Nicolás, Papá Noel…
Es posible que el primer árbol
navideño surgiera en Alemania donde se implantó por vez primera en 1605. A
Finlandia llegó en 1800. A Inglaterra en 1829 de la mano del príncipe Alberto,
esposo de la reina Victoria.
En España, una princesa de
origen ruso, llegada en el año 1870, llamada Sofía Troubetzkoy, después de
enviudar de un hermano de Napoleón III, contrajo nupcias con el aristócrata
español José Osorio y Silva, marqués de Alcañices, también conocido por el
título de duque de Sesto y se dice que fue en Madrid, durante las navidades de
1870 cuando se colocó un árbol navideño en el desaparecido palacio de
Alcañices, ubicado en el paseo del Prado, esquina con la calle de Alcalá.
¿Quién de vosotros pone un
árbol de Navidad?
Felices Fiestas
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