lunes, 1 de enero de 2024

Amantes de mis cuentos: Seré breve

 

 

El más feliz de mis días estaba por llegar. Comenzaba el instituto. Irrumpí en el aula conversando con mis amigas de siempre. El pupitre a fuerza de rayas parecía que tenía dibujos geométricos.

Apareció el maestro, el que nos iba a dar clases de Literatura. Fue como si el cielo se desplomara. Sentí un escalofrío y me vino a la mente esa escritora mejicana, sí la tal Ángeles Mastretta, la que escribió Mujeres de ojos grandes, porque nada más verle me enamoré como siempre se enamoran las mujeres inteligentes: como una idiota.

Había tal belleza en su voz que supe que a mi vida había llegado la primavera a pesar de ser septiembre. Aquellas manos anunciaban caricias, aquellos ojos eran buganvilias asomando en los jardines, aquella boca tenía que saber al alioli que hacía mi madre.

Se lo comenté a mi primera mejor amiga, estábamos juntas desde párvulos y era muy espabilada. Me aconsejó que lo mirase como si estuviera afligida, que la elegancia de la tristeza era insuperable para comenzar una enriquecedora conversación.

Con aquel profesor no me dio resultado, pero con el chico que entró detrás, pidiendo permiso para entregarle la mochila a su hermana, mi amiga, que se la había dejado olvidada en el pasillo, fue espectacular. Tanto que, al pasar los años, me casé con él. Y después de dos hijos y tres nietos, aún hoy, cuando dejo caer esa mirada, él sonríe…, y juntos sentimos las olas rompiendo en aquel espigón donde compartimos nuestro primer beso.

 

© Marieta Alonso Más


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