Patrimonio de la Humanidad
1996
La comarca de las Murgas es
famosa por los trulli, construcciones típicas de esta región que se extiende
desde Selva di Fasssano al valle de Itria.
Unos
dicen que el origen de estas construcciones se remonta a la Prehistoria, a la
segunda mitad de Edad Media o a principios del siglo XVI cuando,
siendo un pequeño feudo bajo el dominio de los condes de Conversano,
comenzó a poblarse de campesinos que deseaban cosechar las tierras fértiles.
Los condes autorizaron a los colonos para que construyeran sus casas a la
piedra seca, esto es, sin utilizar mortero, para poder ser derruidas en caso de
inspección regia.
Esto
se debía a la Pragmática de Baronibus, norma existente en el Reino de
Nápoles, en cuya virtud el nacimiento de una aglomeración urbana exigía el pago
de tributo. Así con la astuta propuesta se evitaba pagar el impuesto, ya que se
podían configurar como construcciones precarias, de fácil demolición.
Son cabañas de piedra caliza
encalada y con techumbre en forma de cono que se embellecen con pináculos
decorativos, cuya forma está inspirada en elementos simbólicos, místicos y
religiosos. Están construidos sobre la misma roca. Las pareces de 1,5 a 1,8 metros
de altura y normalmente de planta rectangular son dobles y cuentan con pequeñas
ventanas. Su techumbre cónica está compuesta también por piedras planas
dispuestas de modo concéntrico. Las viviendas cuentan con ingeniosos sistemas
de recogida de la lluvia, usando unos aleros en la base del tejado que conducen
y recogen como canalones el agua a través de un canal practicado en una losa
hacia la cisterna que está situada bajo la vivienda.
Los trulli de Alberobello son
unos de los mejores conservados y homogéneos de este tipo en Europa. El barrio
de Monti contiene 1030 trulli. Sus calles descienden por las faldas de la
colina y convergen en su base. Sobre la cumbre del rione Monti se encuentra la
iglesia de san Antonio de Padua, también en forma de trullo, con planta de cruz
griega y a más de cuatrocientos metros sobre el nivel del mar. Se integra
perfectamente con lo que le rodea.
El barrio de Aja Piccola con
590 trullis es menos homogéneo y confluye sobre una explanada, la cual en la
época feudal se utilizaba como «era» para trillar.
La mayoría de los trulli
pertenecen a particulares, aunque algunos han sido adquiridos por el
Ayuntamiento. Un 30% se destinan a tiendas para el turista, un 40% están
abandonados y solo el 30% están habitados, aunque cada día va disminuyendo las
familias que viven en ellos.
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Fotos: Ángeles Alonso
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