jueves, 7 de noviembre de 2024

Amantes de mis cuentos: Una fructífera conversación

 



Soy poco hablador por naturaleza, me pongo a pensar, a pensar y el tiempo se me escurre como agua por un colador.

Un día, a mis veinte años, sentado en un banco del parque cercano a mi casa la vi pasear con su perrito. En esto que me miró y el efecto fue fulminante. Era preciosa. Tenía una sonrisa muy dulce, reidores ojos azules y un aire de aplomo del que yo carecía. Permanecí anonadado viéndola marchar.

Eso fue a primeros del mes de enero y desde entonces me sentaba en aquel banco y la veía pasar. Mi mejor amigo me llamó idiota con lo que estuve de acuerdo. Que le hablara, que le preguntara su nombre, me instaba. Pánico sentía.

Al cabo de año y medio me atreví a acercarme a ella, me acoplé a su paso y así anduvimos medio parque, sin emitir sonido.

Al final, ella desesperada por tanto silencio, dijo:

−Hola

Y yo asentí con la cabeza.

−Me preguntaba si alguna vez se decidiría a hablarme.

Volví a asentir con la cabeza.

−¿Cómo se llama?

−San ti a go –tartamudeé.

−Menos mal. Creía que era mudo.

Me cubrí de valor y de corrido solté:

−¿No me va a decir el suyo?

−Sí. Por supuesto: Beatriz.

Repetí su nombre varias veces.

Llegamos a un edificio y ella se paró.

−Hasta mañana, Santiago.

Volví a casa corriendo, feliz, como un niño en día de Reyes. Y supe, en ese instante, con quién me iba a casar al cabo de tres años. De eso hace cincuenta y ocho y ella sigue llevando la voz cantante.

 

© Marieta Alonso Más

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario