viernes, 7 de febrero de 2025

Amantes de mis cuentos: Historias de la niñez. La lluvia

 



 

Han dicho que va a llover. Hace un sol que raja las piedras. Pero si lo han dicho, lo creo. Ya no estamos en 1967, son otros tiempos, muy distintos a aquel cuando uno de los primeros meteorólogos, ante la sequía que imperaba en España y con claros indicios de que el tiempo iba a cambiar, apostó el bigote. Llovería. Se lo tuvo que afeitar.

De niño me fiaba más de las rodillas del abuelo. Desayunando dijo que olía a lluvia y yo no quitaba los ojos de la ventana. Estaba castigado en mi habitación. Tenía que estudiar.

La hora del ángelus. Fue justo en ese momento cuando el sol se despidió, se volvió todo negro, ese negro de tormenta, que a veces asusta y las paredes se fueron difuminando con la oscuridad creciente. Un trueno sonó a lo lejos. Todo se sembró de sombras.

Era feliz. No sé qué encanto tenían y tienen sobre mí las gotas de lluvia, pero me atraen como un imán. Vivíamos en un quinto piso. Sin pensarlo dos veces salí corriendo, el abuelo medio sordo no se enteró.

Me deslicé por las barandillas, por las escaleras se tardaba más, y salí a la calle. Reía a carcajadas, la ropa se me pegaba al cuerpo, bailaba al son de una música imaginaria.

¡Mi madre!

Venía de la compra. Y sin mediar palabra, me cogió como si fuera un conejo, por el pescuezo.

—¡Arriba! Que contigo no gano para catarros.

 

© Marieta Alonso Más

 

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