Los
zapatos
Si de verdad fueras elegante te
echarías sobre las piedras del río para que yo no me moje los zapatos. Miré
primero sus pies, luego los míos. Sus zapatos eran de verdad elegantes, los
míos también. Le dije que se echase ella, que mis zapatos eran muy caros. Y no
quiso. Me molestó su egoísmo y de un empujón la tiré al río. Lo que pasó es
ella se cayó boca abajo, y yo, señor Juez, como peso bastante, iba despacito,
despacito, porque no quería hacer le daño.
El
Tenaz
Unas veces me mancho las manos de sangre. Otras, no
consigo hacerlo rápido. También me ocurre que las víctimas no están de acuerdo.
Total, señor Juez, mi tenacidad, mi empeño en que lo que se empieza hay que
acabarlo bien, son las virtudes que me impiden dejar de matar hasta que consiga
hacerlo limpio y sin molestias.
Desprecio.
¿Qué por qué lo maté? Pues porque me dijo, Mira ésa
que sube por ahí. Es tan fea que ni aunque me la coloquen desnuda en la cama la
toco.
¡Eh,
tú! Que es mi hermana.
En
ese caso, ¡a lo mejor si apago la luz!
Y
uno, señor Juez, que es todo un caballero, no puede consentir que le falten al
honor de su familia.
Conversaciones con el Juez: Los zapatos - El tenaz - Desprecio por Malena Teigeiro se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.
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