Lámpara de araña de vidrio de plomo de Baccarat. Palacio de Domabahçe. Estambul. |
El salón se va llenando de luz y calor. Las lámparas
al compás de las voces van cambiando de tono al incidir la luz en las lágrimas
de cristal de roca. Sombras y luces como las conversaciones. Dibujos sencillos
que al iluminarse se complican como el recogido elaborado que enmarca el rostro
de una dama.
El salón se va llenando de murmullos, de comensales
buscando el lugar asignado. Sonrisas, saludos, cabezas inclinadas, ese pasar la
vista sin perder detalle, para más tarde recordar un escote o las piedras preciosas
de unos pendientes. Rogar en silencio, mientras adelanta su mano para ser
besada, que hayan dado resultado sus denuedos y logre sentarse en el emplazamiento
apropiado.
El comedor se va llenando de olores y platos
deliciosos. Una hermosa mujer con sonrisas y miradas prometedoras hace su labor
de zapa para conseguir de ese hombre que tiene al lado y que hasta hoy había
ignorado, un puesto de trabajo para su esposo, que sea acorde con su status
social. Sería excesivo pedir que estuviera en consonancia con su inteligencia.
El comedor se va llenando de la exultante alegría que
desborda a ese hombre baladí que piensa que es gracias a sus propios méritos el
haber conseguido lo que tanto anhelaba.
© Marieta Alonso Más
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