Andrés de Urdaneta, el hombre que unió por primera vez a través del Océano Pacífico, América, Asia y Europa, tres continentes, abriendo una ruta perdurable, nace en Ordicia en 1505. Tras recibir una esmerada formación, a los 17 años forma parte de una expedición ordenada por Carlos V hacia las Islas Molucas
El 24 de julio de 1525, siete
naves parten de La Coruña, al mando de Sebastián Elcano y con el joven Urdaneta
como aprendiz, un penoso viaje, tan penoso que muchos marineros mueren y el
esforzado e inteligente muchacho asciende hasta llegar a Segundo de a bordo y
siendo su nave la única que llega a su destino.
En Las Molucas, tan
codiciadas e importantes por su riqueza en especias, permanece durante muchos
años, hasta regresar a Castilla, donde narra en el Consejo de Indias lo mucho
aprendido. Poco después ingresa en la Orden Agustina llevando una vida
estudiosa, retirada y austera hasta que en 1559, Felipe II decide organizar una
nueva expedición con la orden de que la ruta a seguir deba ser designada por
Fray Andrés, diciendo: “Sé que tenéis muchas noticias de aquellas tierras,
conocéis los dialectos y entendéis asaz bien
la navegación, sois un buen cosmógrafo, por lo que es de buen efecto que
vos fuerais con el mando de los navíos”.
Y es que el rey sabía que
Urdaneta conocía perfectamente las traidoras corrientes y los monzones del
Pacífico y ordena abandone la paz conventual y se embarque hacia Méjico. Y en
Méjico durante cinco años prepara minuciosamente el viaje, busca y recluta a buenos
marineros y el 21 de noviembre de 1564, con gran secreto, al mando de Miguel
López de Legazpi, parten hacia Filipinas. Un año después fondean en la idílica
Cebú, donde toman un merecido descanso.
Pero era preciso regresar a
Méjico, un retorno tan difícil que todos los intentos anteriores habían fracasado, por fin, una sola nave, la San
Pedro, al mando “oficial” de Felipe Salcedo, nieto de Legazpi, pero en realidad
y a todos los efectos por Urdaneta, utilizando unas coordenadas más al norte,
navegando en zigzag en cambiantes rutas, evitando malas corrientes y
aprovechando otras, gracias a la gran pericia de fray Andrés, sin grandes
problemas, cuatro meses después, el 6 de octubre de 1565, fondean en Acapulco.
Por primera vez en la
historia se ha realizado un inédito “tornaviaje”” uniendo Asia y América
complementado con el envío a España de las codiciadas y carísimas especias,
pimienta, clavo, canela, etc. y sedas, mantones, abanicos, porcelanas, y muchas
cosas más en grandes galeones, los llamados “galeones de Manila” creando una
importante ruta comercial que se explotaría durante siglos y el primer “intento
globalizador”.
Y todo gracias a un sencillo
agustino que, a pesar de su magnífica gesta, siempre quiso permanecer en
“segundo plano”. Por ello no es demasiado conocido, mucho menos de lo que se
merece.
© Isabel Martínez Cemillán.
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