La Playa de Almería - Darío Regoyos y Valdés Óleo sobre lienzo, pintado el año 1882 |
¡Querido
hijo!
Hace seis
meses que me hablaron de una balsa que no llegó a su destino. Hace seis meses
que en mi locura me arrojé ante un camión. Y desde entonces me senté a esperar
tu llamada, tal como me dijiste que harías al llegar. Hoy cumplirías treinta
años. Parece que fue ayer cuando te asomaste entre mis piernas.
Esta mañana
me detuve largo rato ante tu foto. Tenías cinco años. La alcancía cayó desde lo
alto del aparador de la cocina y no nos quedó más remedio que hacernos un
regalo. Para ti compré una ambulancia blanca con una cruz roja. ¿La recuerdas?
Tenía una sirena tan estridente que hasta en el parque resultaba molesta. Para
mí, una máquina de fotos con su peculiar click. Aún la conservo.
La vecina
viene todas las mañanas, ha colocado un cordel desde mi cama pasando por la
terraza hasta su casa. Cuando la necesito tiro de él y a ella le suena una
campanilla. Claro que podría llamarla a gritos, pero así tiene mayor encanto,
me explicó. Tu tía llega del trabajo al caer la tarde. Ha venido a vivir
conmigo. Cada día que pasa me voy defendiendo mejor con esta silla que se ha
convertido en mis piernas.
Por las
noches oigo las olas que se deslizan a través de las grietas de aquellas rocas quebradas
de la bahía, que tanto te gustaba alcanzar nadando. Su rumor me recuerda a ti. ¡Añoro
tantas cosas! De pequeño sentado en mi regazo, con el vaivén de la mecedora te
quedabas adormilado. Ahora estoy, como toda una señora, con una manta y un
vacío sobre las rodillas.
He pensado
que tú y yo deberíamos tener un secreto. Escribiré dos cartas, dos veces por
semana. Una por la mañana que irá dirigida a ti y otra al atardecer que será
para mí.
En la tuya iré
contando lo que ocurre en el barrio, cómo les va a tus amigos y te haré miles
de preguntas. En la otra vendrán las respuestas. No te preocupes por el qué
dirán, pues nadie se va a enterar. Este es el plan: escribo, pego los sellos,
abro la que viene a mi nombre y luego junto las dos y las rasgo en cachitos muy
pequeños.
Te echo
tanto de menos, hijo mío. Entre una carta y otra, piensa en mí con fuerza y
sentirás los besos que te envío.
Mamá.
© Marieta Alonso Más
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