La bellísima estación de ferrocarril de Canfranc es el perfecto escenario
para esta novela que habla de esperanza y de solidaridad, de valentía y de
humanidad, la que despliegan los protagonistas en su lucha por salvar de las
garras nazis al mayor número de personas posible durante la 2ª Guerra Mundial.
Laurent Juste, jefe de la aduana; Jana Belerma, trabajadora del hotel
internacional, Esteve Durandarte, bandolero escondido en pleno Pirineo, son el
alma de una red clandestina que utilizará este impresionante edificio para
burlar a la GESTAPO alemana, arrebatándole de las garras a centenares de judíos
delante de sus propias narices.
Una visita a la estación de Canfranc o, más bien lo que queda de su
esplendor, en la que pude escuchar algunas de las historias de espías y redes
de ayuda a la huida de judíos a través de España hasta Lisboa, despertó mi
necesidad de saber lo que allí se cocía y, este libro llegó para permitirme
profundizar un poco en aquellos hechos protagonizados por hombres y mujeres que
no dudaron en jugarse la vida para ayudar a otros.
Una valiosa información la que nos trasmite la autora en este libro, sobre
todo porque está basada en la vida y milagros de Albert le Lay, que fue jefe de
la aduana francesa y miembro de la resistencia, el hombre que supo lidiar con
la Gestapo, volcados en la vigilancia del tráfico de oro por la frontera
proveniente del expolio nazi, en una peligrosa tarea llena de generosidad.
Si bien los hechos relatados y los datos que aportan me han resultado muy
interesantes, la historia de fondo se me ha quedado algo floja, ese amor
romántico que surge entre Jana y Esteve me parece que sobra, restando fuerza y
dramatismo a lo verdaderamente importante. Aun así, creo que es un libro que
hay que leer, porque hay acontecimientos poco conocidos que merecen salir a la
luz para recuperar la esperanza en la humanidad.
© Julia de Castro
Reseñas
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