Las nubes poblaban el cielo la tarde en que Temari volvió a
pisar la Aldea Oculta de la Hoja. Hacía varias semanas que había partido de
allí por última vez, tras colaborar en la evaluación y supervisión de los
exámenes chūnin, pero no sabía por qué echaba de menos aquel lugar.
«Qué estupidez», pensó por enésima
vez, sin ser capaz de desprenderse del todo de ese sentimiento. «Tu lugar está
en la Arena, por mucho que vengas».
La joven jōnin lo tenía claro:
adoraba su hogar. Le gustaba subir a las altas murallas para contemplar los
atardeceres anaranjados y violetas cayendo sobre el desierto. Era capaz de
dormir arrullada por el sonido de las tormentas de arena que arreciaban al otro
lado de su ventana en la residencia del Kazekage. Y, sin embargo, ¿por qué
llevaba meses, casi un año, sintiéndose tan cómoda y deseosa de viajar a aquel
lugar tan verde, húmedo y lleno de vida?
Sacudiendo la cabeza, se adentró por
las grandes puertas y se presentó con el protocolo correspondiente ante los
guardias que la detuvieron al cruzar el umbral. Sin embargo, enseguida notó
algo extraño en el ambiente.
El primer indicio fue el rostro de
los centinelas. Aunque la seriedad formaba parte inherente del trabajo, había
algo más. Una especie de tristeza y apatía, mezclada con una hosquedad mayor
que de costumbre en algunos casos, que la joven no supo descifrar de inmediato.
De hecho, solo al dar un par de
pasos en la enorme plaza de acceso a la villa y ver a algunos chūnin y jōnin
conocidos pasar de largo o reunirse en pequeños grupos, la realidad la golpeó
con una extraña y desagradable sensación en el pecho. Se sorprendió a sí misma
mirando, casi sin pretenderlo, en busca de Shikamaru Nara.
«¿Dónde estará ese llorón
perezoso?».
Desde hacía tiempo, el joven tenía
la tarea de escoltarla siempre que visitaba la aldea, cortesía de la Quinta
Hokage. No es que a Temari le hiciera demasiada gracia —llegó a pensar que la
estaban “vigilando”—, pero notar su ausencia en ese momento despertó un
sentimiento inesperado en su interior. Era como si, de repente, le faltara
algo.
«Tonterías», se reprendió con
brusquedad, tratando de recuperar la racionalidad lo antes posible y
silenciando sin miramientos a la parte más condescendiente de su ser con el
ninja. «Solo te molesta el hecho de que ni siquiera sea capaz de cumplir con su
trabajo».
—¡Señorita Temari!
La voz la devolvió de golpe a la
realidad. Parpadeó y giró la cabeza, justo a tiempo para ver acercarse a Sakura
Haruno, seguida de Ino Yamanaka y, más atrás, Naruto Uzumaki.
—Sakura. Naruto. Ino —saludó con
cortesía—. Cuánto tiempo sin vernos.
—Sí, mucho —confirmó la joven médico
con el mismo tono.
Sin embargo, la kunoichi de la Arena
detectó enseguida cierta tristeza en su rostro, similar a la que había intuido
en los guardias de acceso, y le preguntó:
—¿Vienes a reunirte con la Hokage?
Temari asintió despacio.
—Sí. Como embajadora, y considerando
todo lo que está ocurriendo con Akatsuki, el Kazekage me ha enviado a
intercambiar información...
Al ver la sombra que cruzó los
rostros de los tres presentes nada más mencionar a la ya famosa organización
criminal, así como el hecho de que apartaran la mirada en direcciones
distintas, Temari se interrumpió de golpe.
—¿Ocurre algo? —preguntó con
cautela.
Durante varios segundos, ninguno de
sus interlocutores pareció capaz de responder. De hecho, en los ojos de Ino
asomaron lo que parecieron lágrimas traicioneras, mientras sus hombros se
convulsionaban apenas con un sollozo silencioso.
Temari se tensó, anticipando lo
peor, pero nada la habría preparado para lo que escuchó.
—No es nada —susurró Sakura, aunque
claramente no lo creía—. Es solo que hace poco que Akatsuki... Digamos que
acabó en combate con el hijo del Tercer Hokage, Asuma Sarutobi...
Sintió cómo la sangre abandonaba su
cuerpo y palideció visiblemente mientras su mente comprendía de qué iba aquello
a toda velocidad. Ino llorando. La ausencia de Shikamaru.
—Lo siento mucho —se disculpó,
formal y sincera a la vez, paseando la vista despacio por los tres ninja—. No
llegué a conocerle demasiado, pero sé que era un buen hombre.
Ino asintió y le dedicó una sonrisa
agradecida, al igual que Sakura.
—Era de los mejores de la Hoja
—confirmó Naruto con su intensidad habitual, aunque mitigada por una evidente
tristeza—. Y los de Akatsuki ya han pagado por ello.
Temari lo observó con la cabeza
ladeada, intrigada por esa afirmación, y parpadeó.
—¿Han pagado? ¿Qué queréis decir?
Para su perplejidad, los tres ninja
le explicaron entonces, sin demasiados detalles, lo ocurrido en los días
anteriores: todo había sido orquestado y pensado por Shikamaru, con el golpe de
gracia de la nueva técnica de Naruto. Temari escuchó en silencio, sin poder
evitar que un escalofrío de incredulidad y orgullo le recorriera la espalda al
conocer todo lo que Shikamaru había sido capaz de predecir.
«Así que de verdad es el genio que
todos pensamos», se dijo para sus adentros, reprimiendo una sonrisa a duras
penas.
Se lo había dicho más de una vez,
pero nunca le hacía caso. Tenía talento y entrega. En el fondo, se preocupaba
por los demás. Sin embargo, aquello debía de haber sido un golpe muy duro para
él. Si algo sabía Temari del trato formal que ambos mantenían, era que Asuma
Sarutobi, aparte de maestro, era casi un ídolo para el heredero de los Nara.
—La verdad es que Shikamaru es un
tipo increíble —lo alabó entonces Naruto, sacando a Temari de sus cavilaciones.
Sin mostrar lo que pasaba por su
cabeza, asintió con un suave resoplido de aceptación.
—Por cierto, ¿dónde está? —quiso
saber.
Ante la mirada curiosa y algo
incómoda de los otros tres, Temari se mantuvo lo más estoica posible y agregó:
—Generalmente, es mi escolta cuando
vengo, pero no lo he visto por ninguna parte.
Ino fue la primera en reaccionar,
resoplando.
—Con todo lo que ha pasado, al muy
vago se le habrá olvidado —rezongó, aunque esta vez su voz no denotaba
demasiada acritud—. Puedo ir a buscarlo, si quieres.
Tras apenas un instante de duda,
Temari negó con la cabeza.
—No pasa nada. Iré al hotel a dejar
mis cosas y después descansaré un poco. Si le ves, dile que estoy aquí.
Ino asintió.
—Claro, pero si te parece, te
acompaño yo.
Temari asintió con la cabeza,
resignada a no poder moverse sola por la Hoja, a pesar de los meses que llevaba
trabajando de emisaria.
—De acuerdo.
Así, ambas chicas se despidieron sin
aspavientos de Naruto y Sakura antes de dirigirse al alojamiento de la joven
visitante. No hablaron mucho, pero a Temari le agradó la compañía más de lo que
pensaba. De cualquier forma, su mente estaba más pendiente de buscar cierta
presencia en cada esquina que giraban, que de la escasa conversación con Ino.
Eso sí, cuando casi llegaron a la
puerta del hotel, detectó por fin al ninja que estaba buscando. Su presencia
era tenue, estaba lejos, pero estaba casi segura de que era él.
—Ya estamos aquí —indicó Ino—. Si
necesitas algo, avísame.
La kunoichi de la Arena la observó
con neutralidad, pero agradecida.
—Claro. Gracias, Ino.
La otra chica se despidió con un
gesto de la mano.
—¡Nos vemos mañana!
Temari asintió y la vio alejarse,
esperando pacientemente. Solo cuando se aseguró de que estaba sola y nadie la
veía, se recolocó el abanico, se deslizó hacia la esquina más cercana y saltó
entre las sombras en dirección a la salida de la aldea.
Continuará…
Historia inspirada en Shikamaru Nara
y Temari, personajes del manga/anime “Naruto/Naruto Shippuden”
Imagen:
“Stargazing”, de Paula de Vera
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